Entrenan siempre por su vida

Alegrías, tristezas y ganas de salir adelante no faltan. Eso y mucho más es lo que pasa en el programa que administra el Gobierno de la Provincia denominado "Entrenando por la Vida". Allí donde chicos  "especiales" buscan un refugio para desenfocarse de lo que es su día a día. Sin embargo no todo es satisfacción, el golpe a la mandíbula llegó de la peor manera.

Plantel completo. Banegas distingue a los deportistas tras los logros obtenidos en Mar de Plata.

Un terreno. Una casa. Una cocina. Un baño. Una habitación. Un lugar donde fuera que fuere te puede cambiar la vida, o las vidas. Y que loco que algunas veces te dé y otras te quite, que te ponga una y otra vez entre la espada y la pared, y ante esas situaciones, el humano se replantee, se pregunte, si tiene algún sentido. Qué loco. Se murió estando vivo, haciendo lo que quiso, en el lugar que siempre deseó. Sus ideas, su mente, sus acciones, se terminaron reflejando en un día donde un pedazo de plomo comenzó el camino frente a su oreja; desde ese momento lo que ideó, planificó, pensó y logró, culminaron atravesando su vida y volando su propia alma. Lo que lo dejó sin nada o con todo.

Córdoba al 1180. Si usted hace memoria y recuerda como un genio del croquis los pasajes por donde pasa un conjunto de chapa y cuatro gomas, sabrá que allí se encuentra un club. Para muchos que no rozan la vereda con la suela de sus pies esos lados, claramente no tendrá ni la mínima idea. Como yo, que me estoy enterando ahora de la verdadera dirección. Real. Pero eso no importa, o tal vez sí, ya que muchos chicos que tienen un grado de complejidad será el factor que los anime a soltar ese prejuicio y el propio miedo a ser ellos mismos junto al deporte. Como un amor en sus primeros meses.

Tucumán de Gimnasia, en el 2001, comenzará a impulsar de la mano de “Cacho” Herrera, una profecía que perdurará por varios años. Llegará a marcar un paralelismo, un antes y un después en la vida de muchos. De muchas personas, de gente que hasta en estos momentos en que usted está leyendo este conjunto de caracteres estará ayudando a humanos que tienen las mismas extremidades que todos. Sólo que no tienen la misma inteligencia que nosotros, de hecho son muchos mejores.

No obstante tres años después, ese señor que nombré hace un par de líneas atrás será factor importante en la vida de dos seres: Gabriel Hladki, o “Gabi” como le dice la muchedumbre, y Rosana Montivero, alias “Chu”. En ese año “Cacho”, en diálogo con ambos, hoy profesores de Educación Física, les propuso ser parte de un proyecto que llevaba el título de “Entrenando por la Vida”. Los acercó al sentimiento como cuando un niño recibe su primer juguete. Les dio la manito a su verdadera vocación. Les hizo llegar a lo más profundo de la fosa del corazón. Hizo que se sintieran plenos, plenos como el cartón lleno para el tercer premio de un bingo (y digo tercer porque el primero y segundo lo verá renglones más adelante) pero sin un sope. Ad honorem. Para que se entienda bien: gratis. Sin embargo mucho no importó y lo tomaron con cierta tranquilidad sabiendo que todo era para sumar experiencia en la vida del profesorado.

Por ese entonces la actividad de los carne y huesos estaba orientada por el lado de la rehabilitación y en buscar el horizonte, en una humanidad perturbada (más como la de ahora), “la manera de insertar a los chicos a la sociedad.” ¡Ojo, no interprete mal! Insertar como uno más, como lo es. Como humano, y no como una cosa. Insertar de la manera que la otra persona sea tan normal como cualquiera que no tiene una complejidad física, porque mental, la tenemos todos. Y así darles una habilidad en “algún deporte específico”.

Pasó un tiempo y el nombre creció tan alto como el Everest, tomó fuerza y dio un golpe cayendo en un Complejo mucho más capacitado para el desarrollo de la fortaleza física de los genios. De piso parecido a la tierra colorada, que si alguien lo mira bien durante unos minutos podrá observar su parentesco. Con un florecente que sintoniza el “bzzz” de una abeja que pasa cerca. También sumémosle las paredes frías que encuadran y reflejan las instalaciones y las entradas de aire que posee a sus laterales, hacen que sea lo más parecido a un dormir en el sur del país. Con rectángulos de tez que une el blanco y el negro, que te llevan y te trae hacia esos lugares donde la energía es completamente distinta, créame.

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De estilo gallego, de pequeña estatura, de ojos claros, un hombre con una secuela de polio producto de una epidemia en los años cincuenta y cuatro en el Jardín de la República; y pelo castaño claro con algunas cuantas mechas blancas producto de la edad o genética. Respetuoso, capaz y preparado para lo que hacía.  Así se lo recuerda a “Cacho”, un señor brindado para que el mundo del deporte adaptado crezca. Decidido por lo que hacía, con razones lógicas.

-“Era una persona que siempre estaba tratando de dar algo, siempre buscaba alguna actividad para los chicos”, expresa “Gabi”.

Miércoles 16. Lo más parecido al martes 13 en el mundo deportivo de los chicos; el programa tuvo un duro golpe. Un gancho a la mandíbula hizo replantearse varias cosas, ese gancho que aun deja amortiguado a los que lo vivieron. Las razones nadie las sabrá solo él que terminó decidiendo por su propio “bienestar”. Ese bienestar algo contradictorio e ilógico para muchos.

El sol despertaba con una sonrisa, los ultravioletas penetraban como cualquiera de esos días de verano. Roxana sabía que era el momento de rendir la materia vóley, la piedra en el camino, pero debía sacársela de encima. Desde los días previos, la profesora de contextura delgada, medio colorada y carismática como cualquier política contemporánea que madrugó sabiendo que la jornada sería larga. Tan estirada como chicle entre los dientes al formarse un globo terráqueo. Desde temprano, la Facultad fue el epicentro, vio el cielo y después la oscuridad por esa materia. Sin embargo el odio por ese deporte a la "Chu" le enfermaba las venas, no le salía nada. Le costaba todo, hasta el saque de abajo a puño cerrado. Cerrado como si estuviera con bronca. A pesar de ello la materia siempre fue importante ya que para recibirse la necesitaba. Ante esa situación “Cacho” sacó de su armario, de la entidad que se ubica en el Complejo, su reglamento firmado por él, ya que era árbitro, y se lo dio para que estudiara.

Rosana junto a "Cacho" en plena actividad acuática. 

-"Todavía lo tengo, está guardado", dice la profe que sin muchos preámbulos trata de expresar lo que significa ese pequeño conjunto de árboles talados.

Su voz se entrecorta y la mirada al piso es una fija, como así también el movimiento de su cuerpo que refleja un barco en alta mar al actualizar la historia.

La “Chu” se desligó de la materia pero no de un peso, esa carga que le generó ese 16 de marzo del 2011. Tras finalizar el examen la alegría le brotaba por los poros, quiso contarles a todo el mundo, sin embargo la noticia opacaría su felicidad: “Cacho” se había quitado la vida (en su casa). Los motivos solo los tiene él bajo ocho metros de tierra.

Fue difícil para los profes que los acompañaron durante mucho tiempo porque realmente conocían lo que era, del cariño que tenían con él, como para los chicos, que ante la situación los del silbato no sabían cómo abordar el tema. Los ojos se refuerzan y se le pone en remojo la mente al hoy encargado del programa en la parte capitalina. A su vez se trasladó, y lo recuerda con cierta nostalgia buscando tal vez alguna explicación para lo sucedido. En su mirada todavía se pueden ver preguntas que posiblemente él se las quisiera hacer.
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Superarlo no fue fácil ya que el esquema corría el riesgo de que desaparezca, sin embargo eso no pasó, lo que sí pasó fue que el programa se dividiera en diferentes ciudades. Lo que permitió incorporar a muchos profesionales más, entre ellos César Mastrolorenzo, David Gallardo y Ángeles Páez.

Dos mil catorce. Año mundialista para el fútbol y otros deportes. El país vecino de tinte esperanza y girasol esperaba con ansias el lanzamiento del torneo más importante del mundo. Allí donde no se nos dio. Donde la “Pulga” atómica no pudo coronar su gloria eterna y seguir evitando que lo comparen con el Diego. No pudo con su propio torneo. La cabeza cabizbaja y los dos faroles que ven su día, terminó distinguiendo la luz en el fondo con el resplandor del trofeo dorado en el altar de una de las plateas. Sin embargo usted se preguntará qué tendrá que ver el mundial, Messi y la derrota ante Alemania. Y mucho gente, mucho. Por ese entonces el Profesor recibido en el año del Mundial de Sudafrica, estoy hablando de César, ganó su propio torneo.

Él es un muchacho no tan bajo pero tampoco tan alto. No debe superar el metro ochenta. Su fortaleza es el porte físico. Dedicado a los hierros un par de veces a la semana, de pelaje quemado, el hombre tiene como baluarte su cercanía con los chicos pequeños.  En su rostro un montículo de cabos le cubre todo el lateral y la zona baja que se une junto a su cabellera, igual a esa unión que formó con los seres humanos de otro calibre. Si bien en él nunca estuvo en su nube por las noches ser un profesional dedicado a los especiales, la asignatura “Educación Física Adaptada” le permitió andar por nuevos horizontes. Explorar el complejo y acercarse a los que hoy son su orgullo personal.

Volviendo al año de la perdida victoriosa, para César fue el principio de la relación. El clasificar a niños a los Juegos Evita una y otra vez, le abrió los brazos del Belgrano y lo acobijó como si fuera el hijo prodigo para poder ejercer la profesión. Su cara expresa una sonrisa. Los ojos y la mirada para todos lados como si estuviera en cada uno de los esos lugares haciendo lo que ama, son inquebrantable. Y más que eso, inseparables.

Por otra parte, David es el más gruñón de todos los profes, tiene en su alma corregir una y otra vez a los seres. En su haber la musculosa de la Selección de Básquet es una fija. El bolso en la espalda al estilo mochila y tela corta, mayormente oscuro, son sus cosas favoritas para ir a ser lo que le gusta.

Declara onda futbolista. Le cuesta soltar palabras y relajarse. Las manos sobre sus laterales es una dicha para su comodidad, él, como César, ingresaron casi juntos al programa. No obstante, su aspecto de cara de pocos amigos (aunque sea lo contrario) es una normalidad, los chicos los conocen y él a ellos. Su espalda marca un cierto agobio al cargar ese pedazo de telón con cuero adentro los dos días a la semana. Algunas ya gastadas por el uso, el licenciado recibido por la tesis sobre el básquet adaptado disfruta cada paso al sacar los materiales. En ese momento todo el fastidio queda de lado y la elevación a la cancha termina siendo un recuerdo.

Parce rubio pero no lo es, o sí, tal vez, ya que por ahí se me pega un poco lo daltónico. El metro setenta es su legado con el convive día a día. Fan de la visera al llegar y salir. Y por ahí también a la hora de la actividad. Su marca principal siempre será la de dar órdenes pero su forma constantemente será para que sus alumnos aprendan. Sabrán. Jugarán. Se divertirán. Y buscarán siempre lograr ser felices a esa forma con la que él les pregona. Asimismo el profesor en sus declaraciones hace un paréntesis. Un paréntesis doloroso ya que se incluyó al proyecto y en ese mismo año no pudo ser parte de la delegación que partió rumbo al mar argentino. Sin embargo año después, y con una alegría desde adentro, desde lo más profundo, “Napoleón” haría historia obteniendo la circunferencia dorada en Mar del Plata. Esta vez, el “Muñeco” Gallardo hizo una leyenda distinta.

Al igual que David y César, en su mismo tiempo ingresó Ángeles Páez, o “la Angie”. Una mujer de estatura pequeña, casi llegando al metro sesenta, no mucho más. De pelo ondulado y risa llamativa. Muy llamativa. Algo así como “Jijiji” y no es el precisamente el tema musical del Indio Solari. No, no. Característica que la hace inconfundible.

Tiene una tez blanca, una cabellera reúne los tonos colorado, medio amarillo y morocho. Si me preguntan cómo definirlo… y, no sé. No me salen las palabras. Lo cierto que es así es Angie.

-“Chicos a correr”, esa es su frase célebre. Es su forma. Su spot por el cual los chicos responden siempre. Ella define a sus alumnos como su cable a tierra ya que en momentos malos fueron siempre los que la sacaron de sus problemas.

La relajación y tranquilidad se pueden observar a miles de kilómetros, millas y metros de distancia. Son parte de ella. Por lo que si uno se acerca sentirá esa aura que lanza por sus poros. Es muy difícil verla enojada a la hora de tomar la posta en las actividades, la simpleza con la que se expresa hace que a los humanos se le haga más fácil de tomarle confianza. La inquietud por ser parte de ese equipo la llevó a ser lo que es hoy: una pieza fundamental del módulo profesional.

La llegada al Complejo que tiene como nombre al prócer que creó la gloriosa albiceleste, como así también un equipo de fútbol de Córdoba. El mismo se dio por medio del mismísimo Herrera, quien abandonó Tucumán de Gimnasia para plantar bandera en el Belgrano. Hoy por hoy, el deportista más antiguo y que todavía queda de distintas camadas es Gabriel Godoy, un ser particular llenísimo de un gesto que atrae al mundo de “Entrenando por la vida”.

La práctica arranca siempre cuando las agujas de coser marcan un ángulo de cuarenta y cinco grados a la inversa. Ni un minuto más ni un minuto menos. El complejo a esa hora relampaguea en pisadas y palabras que hacen ponerle una sinfonía de fondo que algo está por pasar. Que algo importante se viene: el momento de entrenar.

El espacio cuenta con cuatro grandes pistas o espacios en el que se desarrolla deporte constantemente. En primer lugar el tinglado usado y compartido en muchos casos por colegios o escuelas que tienen un convenio con el mismo. Todos los tonos de textura se mezclan entre sí formando un arcoíris en el mismísimo patio de cerámico colorado. En segundo, la parte de afuera donde también se puede practicar la anaranjada y que tiene como fiel compañero al amanecer, atardecer y anochecer, además de tener ese tinte áspero cubierto de una capa granizada, en su mayoría, pero relegado y diminuto se encuentra un manto como si fuera el uniforme que usó Juan Manuel en sus batallas. Las dos hojas de hierro chato de entrada parecieran darle la espalda a ese pedazo de hormigón hecho cancha. Algo así como diciendo “y vos quién sos”. En otro sector se encuentra el charco de agua, que es usada por las personas que necesitan aprobar educación física para pasar de año. Por último, la pista de atletismo y las canchas de fútbol están acompañadas por las únicas ramas que hacen una vista distinta al lugar. Derrochan ese aire distinto, aún más cuando “Gabi” hace su entrada triunfal a pie firme y con la cabeza en alza, como un soldado por lo que el entrenamiento se suspende momentáneamente para darle la bienvenida al chico.

La alegría lo desborda, la dentadura brilla en su esplendor al igual que el día que lo acompaña. Mientras el sol lo miraba de frente y se ocultaba detrás del montículo de árboles, que desde lo lejos saluda al complejo; Gabi es conocido por todos. Desde el más lejano al más cercano. Es un prócer. Un prócer dentro de lo que marca la actividad deportiva, él con su piel trigueña, su carisma que lo marca y su marca personal en el ámbito de la balona. De esa manera el de Lastenia, de una forma que solo él sabe, saluda a sus profesores como todos los martes y viernes que abre sus puertas el programa.

No obstante, y de la misma manera, el profesor se frena por unos minutos y pone en jaque sus extremidades inferiores para lanzar las palabras que todo ser humano dice a la hora de saludar. Que ante la réplica del docente el deportista expresa la perfección en palabras, comienza a caminar con su vestimenta del conjunto de Ciudadela hacia las tribunas de hormigón para dejar su bolso. Allí su cuerpo hace un movimiento como un avión que parte hacia un destino. El ruido del bulto representa ese arranque de turbinas, el raspaje de que pronto la comienza a partir. Pero él parte a un destino: media vuelta y a la pista a volar. En ese lugar sus suelas apuraban en el paso y en otras descansaban unas cuantas más.

Un trazo largo blanco hasta las rodillas, pantalón rojo fuego y la remera verde flúor; esa es su impronta característica de su personalidad. Así es Gabi, un ser que mientras corre no para de sonreír a sus 35 años. Sintiéndose “orgulloso”  de todo lo que hace y de las decisiones que tomó a lo largo de su vida deportiva. El más viejo desde que llegó el programa al complejo, no se cansa y no se cansará, él se siente a gusto con su forma y dedicación a la pelota, no será Messi pero siempre saca algo de la galera para el bien todo el grupo.

Por otro lado, otros de los que tienen su pedacito y que pisan fuerte en el mismo lugar. Silencioso y con trabajo, algo que no hay pero ellos lo tienen. Bah, lo poseen de una manera en que es una manera gratificante para llevarse una linda experiencia. Son una de las tantas fuerzas por lo que el programa sigue en pie. Un sostén que mantiene en vilo y compenetra a los que buscan ser lo que Gabi y la Chu son. Lo que formaron y lo que se forman para aprender. Los pasantes de la actividad física se llegan al complejo para darles una mano y ayudar en la actividad semanal a los profes. La parte recreativa se viste de alegría y pone un color de rosa en sus vidas.

Asimismo y por el mismo motivo, el segundo de los grandes premios que tienen los chicos de ese famoso cartón (que un par de renglones más atrás nombré) es que su actividad sea reconfortante con un torneo tan importante como los Evita. Ese Evita que es el Mundial. Es su competencia. Su desafío. Las ganas de ser. De creer y saber que queda en ellos. Un torneo el cual da mucho y recibe poco. Poco a nivel reconocimiento. Para muchos será una simple competencia deportiva, pero para ellos las finales del mundo.

Ser parte ya de un torneo nacional te da la posibilidad de seguir creyendo y creciendo a nivel personal y grupal. Ese es el segundo escalón. Tal vez lo importante no está en salir primero, ni en sentirse presionado por ir a buscar una medalla del color que se les ocurra. No, señores. Es todo lo contrario y competir por diversión. Por satisfacción. Sonreír con locura tras pasar tanta angustia en sus día a día. Ese es el objetivo y sus objetivos.
La "Chu", Banegas, Angie y Gabi juntos en el reconocimiento en Casa de Gobierno.

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A pesar de eso, los lamentables acontecimientos sucedieron y sucederán toda la vida y más en el lado de las capacidades diferentes.

Se disputaba una nueva edición del Torneo que une a toda la República, en este caso la competencia se había llevado a la provincia que milita al noroeste de Catamarca, San Juan y Córdoba. Una zona seca, áspera, donde lo primero que se me viene a la cabeza es cómo se pudo haber jugado ahí… pero en fin. Decisiones, son decisiones. Allí el elenco naranja comandado por “Cacho” fue partícipe y fundador de la primera paralización de los Juegos.

Sí, usted está leyendo bien. El directivo que tenía una secuela de polio fue el autor intelectual de frenar la participación de los juegos.

Al llegar, a La Rioja Herrera tomó, optó, reformuló y aceptó que en las condiciones que sus participantes estaban hospedados pintaba más para un ejército que para seres que necesitan un cuidado especial.

-“Me hablaron de la nación diciendo que un tucumano había parado los juegos”, recuerda con gracia en su pedazo de madera, el hoy encargado de la actividad deportiva de la provincia.

José “Cacho” Banegas, sintoniza como en su pensamiento los fundamentos del por qué su amigo y compañero fue autor de lo sucedido. Su bigote no para de moverse por la corriente de sus palabras. Las manos son una constante con el cual acompaña a los caracteres que expresa. Tela a botones, pantalón caliente para el día donde los potentes rayos que impregnaron en la ciudad. En sus cinco dedos inferiores, unas zapatillas que parecían más zapatos. Son blancas. Él no deja de confesar. 

“Estamos muy mal alojados, estamos en un regimiento, hay camas cuchetas, los chicos no tienen intimidad. Hay algunos que tienen mielomeningocele y necesitan sondas y no tenemos la privacidad para hacerlo”, refundía Banegas en voz de “Cacho”. Contundente.

Su muerte fue un dolor que hasta el día de hoy perturba en los que los conocían. Fue parte y llegó a muchos con el tan solo hecho de actuar por el bien de sus protegidos. Porque eran eso, sus protegidos. José intenta no fallar y explicar en su pieza, que se encuentra en el Complejo, lo que él sintió en el momento. A simple vista un corazón aun dañado y perjudicado por aquel día en que su esposa se apareció en un club de rugby por la zona de Yerba Buena para hacerlo participe de la noticia. Dura por cierto pero que aun así hoy en el día lo recuadra dentro de su corazón el mal legado que dejó.
Se enojó, se lo manifestó  en voz alta al techo celeste, gris y oscuro, que algunas veces nos cubre, pero entendió que aun así fue una decisión de él mismo. Y ahí no se puede meter.

De cierta forma y volviendo a los juegos, Banegas tomó su auto rápido y furioso y partió hacia el rumbo que los unió o unía por última vez. Las charlas fueron muchas. Horas interminables. Día agotador como cualquier jornada política, sin embargo esta fue la que terminó sonriendo a los chicos. Esa vez se hizo justicia. La Nación bajó el martillo y cambió a los chicos de habitaciones y lugar de concentración. Y las cosas fueron como debían ser.

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Las clasificaciones a los Evita. Las idas y vueltas. El entrenar con frío y calor. El lograr ser distinguidos. El tener un motivo por el cual son felices, y no pensar en lo que les tocó. Son algunas de las cosas que logra este programa. Por el cual terminan siendo una gran familia que apoya, enseña, transmite seguridad y da la posibilidad de crecer en todos los ámbitos en el que el chico desea.

Por todo eso, las palabras sobran, los números de están casi completos. El cartón piensa en voz alta, llamándolo como "Cacho" los llamó a los profes, deseando de que salga ese último carácter. Esa posterior hazaña. Esa alegría. Esas ganas de ser adaptados a la complejidad que todos tenemos. Su primer lugar del podio siempre será ser valorados por lo que son, por lo que se esfuerzan ser. Eso. Ni más ni menos. Porque ellos eligieron entrenar siempre por sus vidas. 








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