El Legado Taficeño


A 14 km. De la capital tucumana se encuentra Tafi Viejo, allí se forjó movimientos culturales que marcaron a la provincia, además está ligada por los Talleres Ferroviarios que dejaron una huella preponderante en la tradición de Argentina. 



   ME VERAS VOLVER / El sueño de todo un pueblo es que aquella sirena vuelva a sonar. 


Llegar a Tafi Viejo es la penetración de cientos de historias, el aroma a azahares que irradia en el ambiente hace recalcar que la primavera llegó para quedarse, las calles conducen a la historia misma de una ciudad que se forjó mediante la cultura, la Bohemia, el deporte y el ferrocarril. Esos talleres ferroviarios que divide en 2 la ciudad, de un lado las calles Saenz Peña y del otro la Independencia, en el medio está ese “gigante de acero” que no termina de despertarse o en su defecto que alguna vez estuvo despierto y hoy deambula en una larga agonía de terapia intensiva.
Al recorrer la edificación resaltan las improvisadas oficinas públicas de la municipalidad, hace más de 100 años estas fueron testigos de la cenicienta que estaba creciendo. Una escalera de mármol con azulejos de una época de auge es la que da a bienvenida a la vista a toda persona que penetra esas puertas de 2 metros, que difícil volver a ver en algún recinto público. Una placa re pintada indica la época de fundación, el 1912 resalta en números dorados.
El exterior de los talleres la pintura al agua trata de opacar el herrumbre que en algunos sectores aparece, es inevitable pararse y cerrarlos ojos imaginando lo que fue el esplendor en esa década dorada de los años 50, el hervidero de empleados era una postal diaria.
Lo que fue en algún momento un galpón de máquinas, hoy se destaca un museo que hace historia ferroviaria siga latente y no se olvide. Un maquina a vapor de color negra es la fiel cuidadora que se encuentra en la entrada dando la bienvenida a todos los curiosos que van a conocer esas viejas épocas. Se destacan maquinarias que daban el empuje para realizar los trabajos diarios, además fotos con los jóvenes empleados que con su mameluco a cuesta comandada la tarea de arreglar y poner a punto todo lo que tenga que ver al mantenimiento.
El calor se hace sentir en el remodelado anden que se muestra solitario a contrapunto de su época de gloria en donde la circulación de personas era constante. Sus puertas cerradas de madera con un prominente candado dan cuenta de su paralización. El cartel de "Tafi Viejo" una postal en todas las paradas de estaciones del país, sigue intacta y en pie, extrañando el torbellino de gente que fue alguna vez.
La prominente pasarela refleja el paso de los años y el poco mantenimiento, el sol trasluce por las rotas maderas que todavía le dan fuerza a esa estructura. La conexión lleva un punto de una parte de la ciudad a otra, la Villa Obrera fue en algún momento el barrio exclusivo de los trabajadores ferroviarios.
A lo lejos se ve la llegada de un tren y el piso comienza a temblar. La bocina de la locomotora penetra los oídos imponiéndose el mastodonte de hierro que hace su llegada acompañado de 7 vagones que reflejan el poco mantenimiento.

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Experiencia: Miguel Herrera un apasionado de los Talleres

                                         
Recuerdos
En el barrio de Villa Obrera entre tantas familias vive Miguel Herrera, un ex empleado ferroviario que se crío, vivió todas las etapas del Gigante de acero.  Nacido en la localidad de Las Cejas hace 67 años, se instaló en Tafi Viejo cuando cumplió 10 a pocas cuadras del centro Taficeño: “Me acuerdo que salíamos en bicicleta y bajábamos por avenida Alem hasta el Ferrocarril para ver la llegada del Tren”; recuerda sus tiempos de niñes ligado a esta pasión que pronto marcará su vida.
Entrando a la adolescencia le preguntó a su papa como podía hacer trabajar en los talleres: “Mi padre me dijo que tenía que estudiar en la escuela Técnica, la verdad que al principio no me gustaba mucho la idea de ir a la secundaria pero lo que me motivo fue saber que en algún momento iba a trabajar en ese lugar”. Así comenzó la historia de Don Miguel con este oficio que todavía persiste en su vida. ¿Cuál era el requisito para entrar a trabajar? : “Una vez que terminabas la secundaria automáticamente te tomaban varias pruebas para ver si quedabas seleccionado” : “ Me hicieron una prueba y quede en el sector de Herrería, desde ese momento comenzó mi vida laboral es este edificio” ( señala el sector de cartel despintando que dice “Herrería”).
Sentados en el andén mitigando un poco el calor que está haciéndose sentir, se acuerda que en aquellos tiempos la cantidad de personas que trabajaban era muchísima: “Por allá ( señala a los galpones) era una marea de empleados con sus mamelucos marrones caminaban por esas callesitas, yo venía en la bici y la dejaba cerca de ese portón”, su mirada queda perdida a esa gran estructura de chapa que en el algún momento era testigo de decenas de transeúntes que cumplía sus jornadas laborales.
La sirena marcaba un antes y después de vecinos :“Ese sonido se escucha en todos los barrios, era la hora de entrada y salida, ya estaba instalado en el diario la gente”, luego vino el silencio y fue un golpe duro para todos; “fue raro no volver a oír esa sirena, paso un buen tiempo hasta que me acostumbre que no volvería a sonar más”.
La vida de Miguel transcurrió entre luchas y enfermedad, armaron una agrupación llamada “Fuerzas Vivas” para mantener activa la vida de los talleres, que no sean olvidados ni saqueados, por mucho tiempo pudieron mantener en pie ese reclamo, ser reconocido por años de trabajos que muchos gobiernos de los 90 querían olvidar. A partir del 2003 el pedido pudo comenzar a tener sus frutos y lograr lo que estaban buscando: “En el gobierno de Nestor Kirchner comenzó a plantearse la apertura de los talleres, nuestro reclamo comenzó a ser escuchado y muchos compañeros tuvieron la oportunidad de que tener una jubilación que no era reconocida hasta ese momento”.
A mediados del 2009 falleció su esposa con la que había vivido más de 40 años:  “Tuvo severos problemas en las arterias y no pudimos hacer nada para salvarla, fue una gran compañera”, los ojos se llenaron de lágrimas demostrando que había mucho cariño guardado hacia la madre de su único hijo.
Hoy enamorado de contar sus vivencias en este ámbito laboral, tiene presente que su vida es esto, los vagones, la locomotora, toda esta edificación que desea que las generaciones que vengan nunca se olviden que hubo personas que dejaron la vida para que esto funcione, su lucha y la de sus compañeros jamás se deben olvidar. Cuando alguien es apasionado por lo que hace, es sinónimo de admiración, que eso siga latente durante tantos años de oficio, eso que hoy es complicado encontrar, por eso hay que insistir que se propaguen los “Miguel Herrera”, para que el LEGADO TAFCIEÑO no se pierda nunca.


Perón

En 1955 se produce una tragedia ferroviaria en Tucumán, un grupo de personas que salieron de Tafi Viejo rumbo a la Plaza Independencia para apoyar al General Juan Domingo Perón, Mueren al ser arrollados por cables de alta tensión en las calles Rivadavia e Italia: “ Esa tragedia pudo haberse evitado, me contaron que el chofer no quería salir porque había exceso de personas en los vagones y en la locomotora pero lo obligaron a ir, después paso lo que paso”, se acuerda de aquellas reuniones que tocaban este tema: “La pasión por Perón era muy fuerte, amigos de mi padre me contaron que era impresionante la cantidad de gente que había esa vez en la estación esperando ir a la Plaza, estaba todo desbordado”.





Momento Triste

Uno de las situaciones de mayor tristeza para Herrera y todo el pueblo Taficeño, llegó el día del primer cierre de los Talleres: “Ese día fue muy triste, fuimos con un compañero a tomar un café y estando sentados ahí, entré como en un estado de desesperación, le decía que íbamos a hacer, golpeaba la mesa y Él me trataba de calmar, fue de los peores momentos que pasamos”.

Dictadura Militar

Los Talleres Ferroviarios fue testigo de uno de los momentos más oscuros de la historia Argentina, la dictadura militar que se impuso durante 1976 y 1983, trajo consecuencia nefastas para la vida numerosos trabajadores ferroviarios, las placas en las paredes de ladrillos recuerdan a todos los desaparecidos que estaban en ese momento prestando servicio en distintos sectores: “Me acuerdo de que teníamos un compañero Diaz (señala la placa) que lo llevaron y no lo volvimos a ver, no estaba metido en nada raro pero lo mismo lo secuestraron, había que agachar la cabeza sino te llevaban y no volvías”.  

Homenaje

A la par del “Museo Ferroviario” esta una la sala cultural “Miguel Herrera” en homenaje a este ex empleado; “No lo esperaba, todo lo que hice era para que esto siga vigente, esta sala es en memoria de todos los que estuvimos en luchando para que esto no se pierda”.


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