En el momento y lugar adecuado


Era un típico domingo de fútbol, en este caso un 11 de mayo de 1997, cuando en el Monumental José Fierro, a los 34 minutos del segundo tiempo, se le hacía realidad el sueño a Martin Terán, un gol de su autoría salvaba a los “Decanos” del descenso en aquella temporada de B Nacional, frente a Douglas Haig de Pergamino.

Martín Terán, wing del Seleccionado Argentino de Rugby entre 1991 y 1995.


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Martín Terán, de tan solo 6 años tenía su primer encuentro con una pelota de rugby, de la mano de su padre José, quien fue un destacado jugador en la década del 50 que actuó en el seleccionado argentino y que fue reconocido como uno de los mejores wings en la historia del ámbito nacional. Además de haber sido uno de los 10 socios fundadores de Tucumán Rugby y dueño de la cantina. Por toda esta influencia, el club rápidamente se convirtió en su segunda casa.

En una familia de 11 hermanos, afincados en Yerba Buena, Tucumán, como lo hace en la actualidad, Martín vivía yendo de un lado hacia otro realizando actividades, siempre en el club y rodeado de amigos. Su primer enamoramiento fue con rugby, un deporte muy popular en aquellos años en la provincia. Pese a ser de una contextura física muy pequeña y escuchar de la gente “No va a llegar”, siempre se sintió capaz de llegar a ser alguien en el deporte. Su padre fue una pieza fundamental en su formación, además de ser su mentor, siempre lo apoyo de manera incondicional al igual que su madre.

Los años fueron pasando y Martín comenzó a destacar en el deporte, a los 17 años se había convertido en un jugador sumamente rápido e inteligente, dotado de una técnica exquisita, acompañada de una visión de juego única lo cual hizo que su posición en la cancha sea la de Wing, un lugar que conocía muy bien, ya que su padre había jugado de lo mismo.
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  Martín agradece mucho al club, al rugby y sus amigos, mientras se toma un cortado en el bar, entre las voces de la gente y sus ojos totalmente rojos del cansancio, comenta que esas 3 partes fueron fundamentales en su vida, no solo agradece por su formación deportiva sino por cómo estos tres pilares lo formaron como persona y en la actualidad lo siguen haciendo.

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Era la época dorada del rugby en Tucumán, las décadas del 80 y 90 fueron las mejores de “Los Naranjas”, un seleccionado que imponía respeto desde su gran juego físico, su pack de forwards era tan duro como chocar con una piedra. Apellidos ilustres como los de Garreton, Santamarina, LeFort y Mesón, entre tantos otros, eran sus máximos exponentes, entre todos ellos en 1988 aparecía Martín Terán. Todo un hito en el rugby local, ya que lograba debutar antes en el seleccionado tucumano de mayores que en su propio club. Fue de la mano de Alejandro Petra, quien decidió apostar por el Juvenil de 19 años.

-          - Yo era la mascota del Seleccionado Tucumano y un par de años después me encontraba jugando al lado de los mismos jugadores a los que había acompañado.

Comentaba Marín, mientras ya terminaba con su cortado, al mismo tiempo que bajaba el pocillo se le dibujaba una sonrisa y parecía recordar aquellas épocas de juventud.

Con los naranjas logró cosechar 4 títulos como Campeón Argentino, en los años 1989, 1990, 1992 y 1993.
Luego de tantos partidos, giras, campeonatos e interminables entrenamientos, llegó la tan ansiada recompensa, en 1991 era llamado por el Seleccionado Mayor Argentino, Los Pumas, para disputar el Mundial de ese mismo año, que se llevaría a cabo en Europa.

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Aquel 4 de octubre sería mágico para Martín, vistiendo la celeste y blanca, en   Stradey Park, Llanelli, Gales, y ante 11.000 personas, debutaba junto a sus compañeros de selección, enfrente estaba Australia, que por aquel entonces era el mejor equipo del mundo.
Este partido marcaría un antes y un después, en la vida de Martín.

-          Siempre digo, que me tocaron con una varita mágica, en mi vida me toco estar en el lugar y momento justo.

En referencia hacia ese encuentro con los Wallabies, Martín conseguiría anotar no uno, sino, dos tries. El primero, luego de una salida de mitad de cancha, su coterráneo Garreton, conseguiría cachetear la pelota para el lado argentino, para que luego Lisandro Arbizu, lo habilitara con una exquisita patada, a Martín, quien sacó a relucir la mayor de sus virtudes en la jugada, la velocidad, escurriéndose entre dos jugadores australianos, muy pegado sobre la línea lateral, conseguía anotar.

La segunda jugada, Martín la recuerda con mucho cariño, tenía un nombre definido y la habían practicado mucho tiempo, la famosa “Josefina”, llamada así en honor a la esposa de Diego Cuesta Silva, compañero de selección de Martín.

Martín la rememora como una jugada perfecta, una jugada que si bien la habían practicado él no la utilizaba mucho, pero ese día fue diferente. La pelota salió del Scrum, en las manos de Gonzalo Camardon, quien combino en pared con propio Cuesta Silva, para que luego Martín arrancara de atrás y dejara mal parada a toda la defensa australiana, para ser habilitado por el mismo Camardon, y apoyar la pelota en medio de los palos.

Fue como tocar el cielo con las manos, no solo habían logrado conectar una jugada perfecta, sino que tenía un valor agregado, era hacerlo frente a Australia, una de las más grandes potencias del rugby.

Para Martín esa tarde fue soñada, pese a la derrota final 32 a 19, en su cabeza se fue sabiendo que había logrado algo grande, veía para sus adentros como aquel niño de escasa contextura física se convertía en un jugador consagrado de Los Pumas, pero la vida le tendría muchas más sorpresas.

En aquel mundial de 1991, Martín conseguiría marcar un try más, aunque se volverían en primera ronda con 3 derrotas, el propio Martín recuerda con mucha nostalgia ese mundial, ya que aquellos dos tries lo acompañarían todo el resto de su carrera. Y, por cierto, los Wallabies se consagrarían campeones en aquella edición, con David Campese como máximo anotador del mundial, con 6 tries en su haber. Por esas cosas de la vida, Martín jugando la mitad de los partidos jugados por Campese, se despediría con exactamente la mitad de conquistas.

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Para 1995 Martín se había convertido en una fija para Los Pumas y era citado al famoso mundial de Sudáfrica, marcado por los agitados movimientos políticos y sociales en la nación africana. Mandela sería la cara visible contra el Apartheid y el equipo sudafricano de Rugby su más grande emblema.

Fue un mundial donde Argentina no tuvo suerte en la memoria de Martín, cayó en primera ronda por ajustados marcadores antes Inglaterra, Samoa e Italia. Pero logró llevarse un preciado tesoro de allí. Se trajo de Sudáfrica la camiseta de Chester Williams, el único jugador de raza negra en los Springboks, con todo lo que eso conllevaba.

-          - Chester se acercó a mí y me dijo que era su ídolo y me cambió la camiseta, para mí eso fue algo enorme.

En ese momento no terminó de comprender todo lo que sucedía en Sudáfrica, pecando por su escasa edad y por estar “en otra” como el mismo lo define. Avanzados los años comprendería lo grande que fue aquel suceso en la historia de los deportes.

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Transcurría el año 1996 y Martín se encontraba en su mejor momento deportivo, todavía era joven y estaba en su más alto nivel deportivo. Quizás de habérselo propuesto hubiera jugado 1 o 2 mundiales de rugby más, pero un viejo anhelo le rondaba en la cabeza, y lo hablaba todas las noches, era el fútbol.

Las dos grandes pasiones del deportista tucumano, el Rugby y Fútbol. 


Un tipo del palo del rugby, soñaba con formar parte del equipo de sus amores, la misma persona que había sido la inspiración para los famosos Pumas de 1999, fantaseaba con cambiar la ovalada por la redonda.
En ese mismo año Martín cumpliría otros de sus sueños, a través de un contacto en Atlético Tucumán conseguiría una prueba en el club y la aprovecharía al máximo. Primero formaría parte de la Liga Tucumana de Fútbol para luego dar el salto al plantel de la B Nacional.

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En todos los encuentros que tuve con Martín, sostuvo que jamás se arrepintió de haber dejado el rugby por el fútbol, pese a que estaba en su mejor nivel rugbístico, y dejándolo muy en claro en cada una de las ocasiones que siempre fue uno de sus más grandes sueños.  

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-       -   En el clásico frente a San Martín, sentí la silbatina más grande de mi vida, en ese momento cumplí uno de mis grandes sueños en la vida.   

En aquel Nacional B de 1996/1997, Atlético no se encontraba bien, peleaba el descenso y le tocaba enfrentarse en una de las últimas fechas a Douglas Haig, quien era un rival directo.
Fue otro de esos días especiales, mágicos para él, el partido estaba 1 a 1, cuando la gente en las tribunas comenzó a corear su nombre, imploraban por Martín, como si se tratara de una especie premonición.

 Al escuchar los cánticos del público, sus piernas comenzaron a temblar, por primera vez en mucho tiempo, sentía esa incomodidad. Una persona que había diputado dos mundiales, en estadios colmados, era conmovido por atronador grito de las gargantas que llenaban el José Fierro.

Finalmente, Martín, sobre los 34 minutos del segundo tiempo, cuando el partido estaba estancado en el empate, llegaría el nacimiento de la leyenda. Gustavo Córdoba, subió por la banda derecha para poner un centro con destino hacia el área de Douglas, cuando de repente apareció el, con su melena castaño clara, de 1.70 M, del palo del rugby. Si era Martín, que impactaba la pelota con su cabeza para dirigirla hacia el arco rival. Como si la hubiera acomodado con la mano la puso al lado del palo del arquero, inmortalizándose en las retinas de todos los hinchas presentes.

La profecía de los hinchas se cumplía y además aquel chico del Tucumán Rugby, cumplía su otro sueño, el de debutar en el club de sus amores y además salvarlo del descenso. Nada podría haber igualado aquel momento, aquella sensación, el sueño se hacia realidad. 
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-Después de ese partido, durante un mes no pude salir a la calle, la gente me seguía a todos lados, fue algo enorme para mí.


Martín conseguiría marcar un solo gol en la B Nacional jugando para Atletico Tucumán, en la temporada 1996/97. 

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Se encontraba en la gloria en su mejor momento, había logrado algo muy particular, triunfar tanto en rugby como en el fútbol. Pero algo más lo incomodaba, esta vez no era otro deporte, era algo más, algo que nuevamente le retumbaba en la cabeza, tic, tac, tic, tac. Era el tiempo, no se estaba haciendo más joven.
Finalmente logré ver el final, el motivo que lo había llevado a tomar la decisión de retirarse tanto del fútbol como del rugby, a sus escasos 28 años.

Era su familia, el mismo motivo por el cual años atrás había rechazado una oferta para jugar en Australia al rugby de manera profesional. Había llegado el momento de sentar cabeza y formar su familia, formar su empresa. Así terminaba su carrera deportiva, uno de los más grandes deportistas que había dado Tucumán.

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En la actualidad Martín es un padre de familia, se dedica a la gastronomía, trabaja de manera incesante todas las semanas y sobre todo los fines de semanas.  Una persona sencilla de carácter muy relajado, saludado por cuanta persona se cruce al frente, con un gran carisma.

Hoy ve al rugby desde lejos como espectador, no le queda mucho tiempo libre como para implicarse en el club, acompaña siempre que puede como un hincha más de su querido Tucumán Rugby y también a su otro amor Atlético Tucumán .

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