En el momento y lugar adecuado
Martín Terán, wing del Seleccionado Argentino de Rugby entre 1991 y 1995. |
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Martín Terán, de tan solo 6 años
tenía su primer encuentro con una pelota de rugby, de la mano de su padre José,
quien fue un destacado jugador en la década del 50 que actuó en el seleccionado
argentino y que fue reconocido como uno de los mejores wings en la historia del ámbito nacional. Además de haber sido uno
de los 10 socios fundadores de Tucumán Rugby y dueño de la cantina. Por toda
esta influencia, el club rápidamente se convirtió en su segunda casa.
En una familia de 11 hermanos, afincados
en Yerba Buena, Tucumán, como lo hace en la actualidad, Martín vivía yendo de
un lado hacia otro realizando actividades, siempre en el club y rodeado de
amigos. Su primer enamoramiento fue con rugby, un deporte muy popular en aquellos
años en la provincia. Pese a ser de una contextura física muy pequeña y
escuchar de la gente “No va a llegar”, siempre se sintió capaz de llegar a ser
alguien en el deporte. Su padre fue una pieza fundamental en su formación,
además de ser su mentor, siempre lo apoyo de manera incondicional al igual que
su madre.
Los años fueron pasando y Martín
comenzó a destacar en el deporte, a los 17 años se había convertido en un
jugador sumamente rápido e inteligente, dotado de una técnica exquisita,
acompañada de una visión de juego única lo cual hizo que su posición en la
cancha sea la de Wing, un lugar que conocía muy bien, ya que su padre había jugado
de lo mismo.
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Martín
agradece mucho al club, al rugby y sus amigos, mientras se toma un cortado en
el bar, entre las voces de la gente y sus ojos totalmente rojos del cansancio,
comenta que esas 3 partes fueron fundamentales en su vida, no solo agradece por
su formación deportiva sino por cómo estos tres pilares lo formaron como persona
y en la actualidad lo siguen haciendo.
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Era la época dorada del rugby en Tucumán,
las décadas del 80 y 90 fueron las mejores de “Los Naranjas”, un seleccionado
que imponía respeto desde su gran juego físico, su pack de forwards era tan
duro como chocar con una piedra. Apellidos ilustres como los de Garreton,
Santamarina, LeFort y Mesón, entre tantos otros, eran sus máximos exponentes,
entre todos ellos en 1988 aparecía Martín Terán. Todo un hito en el rugby
local, ya que lograba debutar antes en el seleccionado tucumano de mayores que en
su propio club. Fue de la mano de Alejandro Petra, quien decidió apostar por el
Juvenil de 19 años.
- - Yo era la
mascota del Seleccionado Tucumano y un par de años después me encontraba
jugando al lado de los mismos jugadores a los que había acompañado.
Comentaba Marín, mientras ya
terminaba con su cortado, al mismo tiempo que bajaba el pocillo se le dibujaba una
sonrisa y parecía recordar aquellas épocas de juventud.
Con los naranjas logró cosechar 4
títulos como Campeón Argentino, en los años 1989, 1990, 1992 y 1993.
Luego de tantos partidos, giras,
campeonatos e interminables entrenamientos, llegó la tan ansiada recompensa, en
1991 era llamado por el Seleccionado Mayor Argentino, Los Pumas, para disputar
el Mundial de ese mismo año, que se llevaría a cabo en Europa.
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Aquel 4 de octubre sería mágico
para Martín, vistiendo la celeste y blanca, en Stradey
Park, Llanelli, Gales, y ante 11.000 personas, debutaba junto a sus compañeros
de selección, enfrente estaba Australia, que por aquel entonces era el mejor
equipo del mundo.
Este partido marcaría un antes y
un después, en la vida de Martín.
-
Siempre
digo, que me tocaron con una varita mágica, en mi vida me toco estar en el
lugar y momento justo.
En referencia hacia ese encuentro
con los Wallabies, Martín conseguiría anotar no uno, sino, dos tries. El primero, luego de una salida
de mitad de cancha, su coterráneo Garreton, conseguiría cachetear la pelota
para el lado argentino, para que luego Lisandro Arbizu, lo habilitara con una
exquisita patada, a Martín, quien sacó a relucir la mayor de sus virtudes en la
jugada, la velocidad, escurriéndose entre dos jugadores australianos, muy
pegado sobre la línea lateral, conseguía anotar.
La segunda jugada, Martín la
recuerda con mucho cariño, tenía un nombre definido y la habían practicado
mucho tiempo, la famosa “Josefina”, llamada así en honor a la esposa de Diego
Cuesta Silva, compañero de selección de Martín.
Martín la rememora como una jugada
perfecta, una jugada que si bien la habían practicado él no la utilizaba mucho,
pero ese día fue diferente. La pelota salió del Scrum, en las manos de Gonzalo Camardon, quien combino en pared con propio Cuesta Silva, para que luego Martín arrancara de atrás y dejara mal parada a toda la
defensa australiana, para ser habilitado por el mismo Camardon, y apoyar la
pelota en medio de los palos.
Fue como tocar el cielo con las
manos, no solo habían logrado conectar una jugada perfecta, sino que tenía un
valor agregado, era hacerlo frente a Australia, una de las más grandes
potencias del rugby.
Para Martín esa tarde fue soñada,
pese a la derrota final 32 a 19, en su cabeza se fue sabiendo que había logrado
algo grande, veía para sus adentros como aquel niño de escasa contextura física
se convertía en un jugador consagrado de Los Pumas, pero la vida le tendría
muchas más sorpresas.
En aquel mundial de 1991, Martín conseguiría
marcar un try más, aunque se volverían en primera ronda con 3 derrotas, el
propio Martín recuerda con mucha nostalgia ese mundial, ya que aquellos dos
tries lo acompañarían todo el resto de su carrera. Y, por cierto, los Wallabies
se consagrarían campeones en aquella edición, con David Campese como máximo anotador
del mundial, con 6 tries en su haber.
Por esas cosas de la vida, Martín jugando la mitad de los partidos jugados por
Campese, se despediría con exactamente la mitad de conquistas.
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Para 1995 Martín se había convertido
en una fija para Los Pumas y era citado al famoso mundial de Sudáfrica, marcado
por los agitados movimientos políticos y sociales en la nación africana. Mandela
sería la cara visible contra el Apartheid y el equipo sudafricano de Rugby su
más grande emblema.
Fue un mundial donde Argentina no
tuvo suerte en la memoria de Martín, cayó en primera ronda por ajustados
marcadores antes Inglaterra, Samoa e Italia. Pero logró llevarse un preciado
tesoro de allí. Se trajo de Sudáfrica la camiseta de Chester Williams, el único
jugador de raza negra en los Springboks, con todo lo que eso conllevaba.
- - Chester se
acercó a mí y me dijo que era su ídolo y me cambió la camiseta, para mí eso fue
algo enorme.
En ese momento no terminó de
comprender todo lo que sucedía en Sudáfrica, pecando por su escasa edad y por
estar “en otra” como el mismo lo
define. Avanzados los años comprendería lo grande que fue aquel suceso en la
historia de los deportes.
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Transcurría el año 1996 y Martín
se encontraba en su mejor momento deportivo, todavía era joven y estaba en su
más alto nivel deportivo. Quizás de habérselo propuesto hubiera jugado 1 o 2
mundiales de rugby más, pero un viejo anhelo le rondaba en la cabeza, y lo
hablaba todas las noches, era el fútbol.
Las dos grandes pasiones del deportista tucumano, el Rugby y Fútbol. |
Un tipo del palo del rugby,
soñaba con formar parte del equipo de sus amores, la misma persona que había sido
la inspiración para los famosos Pumas de 1999, fantaseaba con cambiar la
ovalada por la redonda.
En ese mismo año Martín cumpliría
otros de sus sueños, a través de un contacto en Atlético Tucumán conseguiría
una prueba en el club y la aprovecharía al máximo. Primero formaría parte de la
Liga Tucumana de Fútbol para luego dar el salto al plantel de la B Nacional.
***
En todos los encuentros que tuve
con Martín, sostuvo que jamás se arrepintió de haber dejado el rugby por el
fútbol, pese a que estaba en su mejor nivel rugbístico, y dejándolo muy en
claro en cada una de las ocasiones que siempre fue uno de sus más grandes
sueños.
***
- - En el clásico
frente a San Martín, sentí la silbatina más grande de mi vida, en ese momento
cumplí uno de mis grandes sueños en la vida.
En aquel
Nacional B de 1996/1997, Atlético no se encontraba bien, peleaba el descenso y
le tocaba enfrentarse en una de las últimas fechas a Douglas Haig, quien era un
rival directo.
Fue otro de
esos días especiales, mágicos para él, el partido estaba 1 a 1, cuando la gente
en las tribunas comenzó a corear su nombre, imploraban por Martín, como si se
tratara de una especie premonición.
Al escuchar los cánticos del público, sus piernas
comenzaron a temblar, por primera vez en mucho tiempo, sentía esa incomodidad.
Una persona que había diputado dos mundiales, en estadios colmados, era conmovido
por atronador grito de las gargantas que llenaban el José Fierro.
Finalmente, Martín, sobre los 34 minutos del segundo tiempo, cuando el partido estaba estancado en el empate, llegaría
el nacimiento de la leyenda. Gustavo Córdoba, subió por la banda derecha para
poner un centro con destino hacia el área de Douglas, cuando de repente
apareció el, con su melena castaño clara, de 1.70 M, del palo del rugby. Si era
Martín, que impactaba la pelota con su cabeza para dirigirla hacia el arco
rival. Como si la hubiera acomodado con la mano la puso al lado del palo del
arquero, inmortalizándose en las retinas de todos los hinchas presentes.
La profecía de
los hinchas se cumplía y además aquel chico del Tucumán Rugby, cumplía su otro
sueño, el de debutar en el club de sus amores y además salvarlo del descenso. Nada podría haber igualado aquel momento, aquella sensación, el sueño se hacia realidad.
-
-Después de
ese partido, durante un mes no pude salir a la calle, la gente me seguía a
todos lados, fue algo enorme para mí.
Martín conseguiría marcar un solo gol en la B Nacional jugando para Atletico Tucumán, en la temporada 1996/97. |
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Se encontraba en la gloria en su
mejor momento, había logrado algo muy particular, triunfar tanto en rugby como
en el fútbol. Pero algo más lo incomodaba, esta vez no era otro deporte, era
algo más, algo que nuevamente le retumbaba en la cabeza, tic, tac, tic, tac.
Era el tiempo, no se estaba haciendo más joven.
Finalmente logré ver el final, el
motivo que lo había llevado a tomar la decisión de retirarse tanto del fútbol
como del rugby, a sus escasos 28 años.
Era su familia, el mismo motivo
por el cual años atrás había rechazado una oferta para jugar en Australia al
rugby de manera profesional. Había llegado el momento de sentar cabeza y formar
su familia, formar su empresa. Así terminaba su carrera deportiva, uno de los
más grandes deportistas que había dado Tucumán.
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En la actualidad Martín es un
padre de familia, se dedica a la gastronomía, trabaja de manera incesante todas
las semanas y sobre todo los fines de semanas. Una persona sencilla de carácter muy relajado,
saludado por cuanta persona se cruce al frente, con un gran carisma.
Hoy ve al rugby desde lejos como
espectador, no le queda mucho tiempo libre como para implicarse en el club,
acompaña siempre que puede como un hincha más de su querido Tucumán Rugby y también
a su otro amor Atlético Tucumán .
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