Amor eterno a los colores
Ricardo Troitiño fue uno de los wines más queridos por los hinchas del "Santo". Capitán de un equipo que logró muchas proezas para el fútbol tucumano a fines de los 80´ principios de los 90´. No sufrió el retiro a los 33 años, ya que nunca se imaginó que iba a ser futbolista y dentro del campo él se divertía cómo lo hacía en la Plaza del Barrio Modelo. Todavía tiene un sueño, dirigir al plantel profesional. Su amor por el club fue más allá de lo económico y hoy lo único que quiere es seguir disfrutando los momentos en su segunda casa. .
Plena tarde en Cebil Redondo, los chicos
corren atrás de la pelota y se divierten en una de las canchas que posee San
Martín en el Complejo Polideportivo Natalio Mirkin. El
poco sol que calentaba la provincia comenzaba ocultarse. A los pocos minutos
deja la práctica en manos de su ayudante Carlos Díaz, quien fue
compañero suyo en la década de los 80, y se acerca. Todo vestido con
ropa del club, Ricardo Luis Troitiño quien para muchos es
considerado uno de los grandes ídolos del conjunto de la Ciudadela, saluda con un apretón de manos afectuosamente y encara a uno de los bancos que hay en el predio "Santo".
Y pensar que el fútbol en su niñez era un pasatiempo ya que nunca pensó en jugarlo y que después de casi una década ese deporte le regaló algo que por el resto de su vida lo tendrá, el cariño de la gente.
Y pensar que el fútbol en su niñez era un pasatiempo ya que nunca pensó en jugarlo y que después de casi una década ese deporte le regaló algo que por el resto de su vida lo tendrá, el cariño de la gente.
Fueron eternos los más de 40 minutos que tardo el colectivo de la línea 130 en llegar al predio de San Martín. El calor era insoportable y ni siquiera una brisa de viento corría. Familias enteras estaban en la pileta del club. La envidia era obvia pero había que bancarsela. Otras esperaban a que terminara la práctica de las distintas categorías que colmaban las canchas del Complejo. Su tonada cordobesa comenzaba a adornar la charla.
La edad no le permitía jugar en categorías menores y solo era jugar en reserva hasta dar el salto. Pasaban los partidos y ese mediocampista que le encantaba jugar y distribuir la pelota esperaba su chance en el torneo liguista. Pasó un partido y no lo convocaban, dos, tres donde siempre quedaba al margen.
La edad no le permitía jugar en categorías menores y solo era jugar en reserva hasta dar el salto. Pasaban los partidos y ese mediocampista que le encantaba jugar y distribuir la pelota esperaba su chance en el torneo liguista. Pasó un partido y no lo convocaban, dos, tres donde siempre quedaba al margen.
Dice que lo vio Daniel Marangoni, un
mendocino que por ese entonces era el delantero en el club, y quien le dijo a los
directivos que le hicieran firmar el contrato. Recuerda que ese día los
compañeros lo miraban porque cuando le dieron la ropa para entrenar, él se puso
las medias y los botines y salió. Nada de vendas, ni canilleras. Claro si para
“Troiti” era cómo seguir en el barrio jugando con sus amigos.
Todo el mundo sabe que su sueño es poder dirigir al plantel profesional de San Martín. Se le cambia la mirada cada vez que le preguntan sobre eso. Pero como pasó con la mayoría de los ídolos
del club, ese camino se hace esquivo. Llegó en el 2015 para dirigir el plantel
liguista y desde entonces continúa trabajando en el club. Solo el tiempo dirá.
“La Rana” nació en Buenos Aires, más
precisamente en el Barrio de San Telmo, pero se crió acá en San
Miguel de Tucumán. Llegó cuando tenía poco más de un año luego de que su
padre después de tantos viajes y de haber vivido en Mendoza y en la capital del
País, decidió instalarse en la provincia. Se “Tucumanizó” ni
bien empezó con sus amistades a practicar algún que otro deporte en la canchita
del Barrio Modelo.
***
Empezó con la pelota, pero con la naranja. Sí, a pesar de su estatura se la bancaba ante los rivales mucho más altos que él. Esa era su pasión, pasar todo el tiempo en la cancha del barrio lanzando tiros al aro y dribleando en su adolescencia. Lo practicó más de siete años, donde se dividía entre jugarlo con sus amigos y en la Escuela de Agricultura, donde durante cinco años integró la Selección de Básquet de la institución.
Empezó con la pelota, pero con la naranja. Sí, a pesar de su estatura se la bancaba ante los rivales mucho más altos que él. Esa era su pasión, pasar todo el tiempo en la cancha del barrio lanzando tiros al aro y dribleando en su adolescencia. Lo practicó más de siete años, donde se dividía entre jugarlo con sus amigos y en la Escuela de Agricultura, donde durante cinco años integró la Selección de Básquet de la institución.
Esa pasión no se alejaba pero como era bajito y
rápido, sus amigos lo invitaban también a jugar al fútbol donde solía destacarse,
más en esos viejos torneos barriales que en el día de hoy copan los fines de
semana la provincia. Y en uno de esos tantos campeonatos le tocó jugar en el
Estadio Eva Perón, donde por ese entonces no le prestaba atención a
lo que después sería su casa hasta la eternidad.
Sus amigos le insistieron y convencieron para que se fuera a probar
en Central Norte, ya que le veían condiciones para jugar. Fue, pasó
la prueba y hasta le sacaron la foto para el carnet como jugador del club, pero
el técnico que lo hizo quedar no fue más y con el entrenador nuevo el horario
no lo ayudó. Los entrenamientos comenzaban a las seis de la tarde, justo cuando
tocaba el timbre de salida de la Escuela. Pero él no quería desaprovechar la
posibilidad porque ya había entrenado durante dos semanas.
Fueron tres días los que recorrió a trote las casi
quince cuadras que separan el establecimiento del Estadio Luis Hayward,
lamentablemente no le alcanzó, ya que al llegar por tercera vez quince minutos
más tarde, el técnico no lo dejó entrar más, le dijo que no vaya si iba a ser
todas las veces lo mismo, en simples palabras lo corrió.
Tras ese episodio, él continúo disfrutando de su
pasión. Pero, de esa final jugada en Ciudadela con el equipo
de su barrio, un señor lo vio jugar. Quedó impresionado y lo fue a buscar a su
casa. Durante varios días fue a golpear la puerta pero “Troiti” no quería saber
nada. Si hasta le llegó a decir a su madre que mintiera para que el hombre se
fuera.
Así durante una semana hasta que salió y el señor, que
lo único que se acuerda es el apellido, Cazorla, le dijo que lo
había visto jugar y que quería que se probara en San Martín. Dudó
al comienzo pero terminó aceptando y al día siguiente fueron al Complejo
Natalio Mirkin para realizar la prueba. Pasó y firmó, jugó el primer partido
en reserva frente a Atlético Concepción y se quebró el peroné.
Fue tal esa patada que le pegaron que cuando fue a la escuela le dolía y no
sabía que le había pasado, ya que continúo jugando ese encuentro. Le enyesaron
la pierna y de ahí no volvió más al club.
***
***
Transcurrían fines del año 1980 y lo volvieron a
buscar porque querían que juegue en el club. Él, que seguía con el básquet ya
que era lo que le gustaba, volvió a probarse y con 21 logró nuevamente impresionar al
técnico José Arias y quedó en reserva. Sufría el ser nuevo, ya que quedaba fuera de los convocados durante los primeros dos partidos y le preguntó al
Salteño Arias si lo iba a tener en cuenta y ahí cambió todo.
Al tercer partido en cancha de All Boys lo
citan e integra el banco de suplentes, y tuvo esa suerte que por ese entonces
necesitaba que aparezca. La lesión de un compañero que jugaba como win, lo que
hoy en día se lo conoce como extremo, le abrió una chance. El entrenador giró,
lo vio y le preguntó si se animaba a jugar en esa posición en la cual nunca
había jugado y el no dudó ni un instante en perder esa oportunidad. Entró,
anduvo bien y desde ese día no se movió nunca más de ese lugar en la cancha.
Era de esos jugadores que vos decís siempre lo quiero
en mi equipo, porque no te defraudaba. Tenía partidos buenos y obviamente no
tan buenos como todo ser humano, no siempre las cosas salen bien.
De haber empezado de grande a ser futbolista le costó al principio pero a
medida que iba pasando el correr de los partidos se sentía cómodo y eso le
facilitó a la hora de salir a la cancha. A sus 59 años, el eterno win, portador
de la n° 7 todavía dice que la gente lo para y le recuerda partidos
memoriosos. Y la verdad que la época en la que le tocó vestir la camiseta
fue la más rica, llena de hitos históricos que para el hincha son un mimo al corazón.
Troitiño el primero sentado en la segunda fila en sus primeros años. De traje el DT "Don" Guillermo Reynoso, |
***
- Para qué mierda vas a poner esa cagada. Mira lo petiso que
es, no debe valer nada.
La tribuna murmuraba pero entró y terminó rompiéndola,
si hasta hizo expulsar a José “Percha” Bulacio quien lo marcó
en ese encuentro que marcó un antes y un después, porque nunca más
salió del equipo.
Se introdujo con el afán de tener la confianza de “Don”
Guillermo. Fue uno de sus mimados..
- Vení Totiño sentate al lado mío, total vos
me corres los domingos.
Así lo llamaba Reynoso. Siempre todos los martes lo
sentaba a su lado mientras sus compañeros, con algún insulto al aire,
seguían corriendo la cancha, en tanto “La Rana” escuchaba las anécdotas que le
contaba “Don” Guillermo. Que un técnico tenga esa seguridad con un jugador no
lo sorprendía porque cada fin de semana sabía que tenía que dejar la vida en cada pelota.
También en ese equipo había dos jugadores que ya eran profesionales y lo apadrinaron, Jacinto Eusebio Roldán y Roque Martínez, con quienes hasta en la actualidad siguen teniendo esa buena relación que los marcó en esa época.
También en ese equipo había dos jugadores que ya eran profesionales y lo apadrinaron, Jacinto Eusebio Roldán y Roque Martínez, con quienes hasta en la actualidad siguen teniendo esa buena relación que los marcó en esa época.
Troitiño, el "Maestro" y Martínez, grandes compañeros dentro del campo, grandes amigos en la vida. Foto: LaGaceta. |
Fueron ellos quienes lo adoptaron como la mascota y lo
llevaban a todos lados. Sí el mismo “Roly” fue quien le puso su característico apodo, porque decía que cuando tenía la pelota y gambeteaba le vivían tirando
patadas, entonces él saltaba y lo hacía como si fuese una "Rana". Desde ese entonces llevó
ese sobrenombre y ahí comenzó a escribir su propia historia en el club.
Fue gran artífice con asistencias para que Martínez y
Roldan fueran goleadores en todos los partidos. En esa época cobraban un premio
extra por hacer goles y como él era nuevo les preguntaba porque les daban plata
a ellos. Era un arreglo que habían hecho con Natalio Mirkin que
por cada gol que hacían el Ingeniero le pagaba cierta cantidad, y si no
convertían, ellos tenían que pagarle al presidente.
Entonces le dijeron que por cada pase gol, le daban un porcentaje de ese
premio. Y desde ese día no se canso de repartir asistencias en todos los años
que jugaron juntos. Ellos convertían, él asistía y los tres contentos porque
cobraban los premios. Era centro de Troitiño, al primer palo Jacinto o al
segundo Roque, o viceversa. Esa era su formula.
"Llamarada" Torales , "Coyita" Gutiérrez y Troitiño. |
Es imposible no recordar la otra gran delantera que
formó con Juan Carlos Torales y Humberto Gutiérrez en
la temporada 84/85, donde compartió asistencias, campeonatos y sobre todo
grandes momentos en San Martín. Grandes partidos se le vienen a la
memoria, no recuerda goles pero si grandes encuentros por nombrar alguno frente
a Argentinos Juniors o Talleres en Córdoba. Jugar
con “Llamarada” y el “Coyita” también fue muy especial para él.
***
Antes de lograr esa hazaña, el club fue
campeón anual en casi toda la década de los 80. Cuando él pasó a primera ese mismo año ganó
su primer título. Luego nuevamente en 1984 y 1985. Tras este último tuvieron
que pasar cuatro años para volver a alzar el trofeo local en 1989, que en ese tiempo lo clasificaba
automáticamente para jugar el viejo Torneo Nacional.
En ese transcurso hubo reestructuraciones, peleas para
que el fútbol del interior este al lado del metropolitano porque hasta en la
actualidad los equipos que no son de Buenos Aires o
considerados grandes en sus provincias, sufren las consecuencias de no tener la
misma vara que los porteños. Si recuerda ese torneo que organizó la Liga
Tucumana para dirimir al campeón que lo iba a representar en la
segunda categoría del deporte más popular de Argentina, que en 1986 pasó a
llamarse Primera B Nacional.
Un torneo que además de los viejos nacionales,
proponía llegar a tener equipos del interior junto con los metropolitanos en
iguales condiciones. Ahí estaba "La Rana", esperanzado en poder dar ese salto no
solo para él, sino para el club. Pero ese sueño se vio frustrado ya que San
Martín perdió la final frente a Atlético Concepción y
los “Bandeños” fueron el primer equipo de la provincia en jugar en un torneo
organizado por la AFA.
Fue una frustración no solo para él sino para todo el
grupo, ya que estaban esperanzados en que podían lograr el objetivo por como
venían jugando. Ese equipo arrasó en todo esa etapa clasificatoria, pero terminó cayendo en el encuentro decisivo. Tras ese mal trago no bajó los brazos porque sabía que la
oportunidad se le volvería a presentar y vaya que así fue.
***
La confianza de los triunfos y los ánimos del plantel
dirigido por Nelson Chabay, le permitió llegar a las instancias
decisivas. Contra Quilmes en semifinales del dodecagonal fue
la llave más difícil para él. El gol de Miguel Rutar lo
depositó en la final con Chaco For Ever logrando ganar de
local y visitante para asegurarse el ascenso a primera sin haber participado en
la segunda división del fútbol argentino un hecho nunca más visto.
Si de recuerdos se trata él tiene el que siempre la
gente se lo reconoce, la goleada a Boca en la mismísima Bombonera.
Lo subestimaron mucho al equipo por el solo hecho de ser del interior pero como
todos sabemos en el fútbol puede pasar cualquier cosa.
Plantel que ascendió a Primera en 1988. "La Rana" tercero de la segunda fila al lado de José "Capo" Noriega. |
Esa tarde, como en todos los partidos importantes lo
eligieron a él para ser capitán. Fue la figura primero haciendo expulsar
a Juan Simón, que le pegó un tremendo planchazo que dice que si no
saltaba lo quebraba, y después con las tres asistencias, dos a Dante
Unali y la restante a Antonio Vidal González. Era uno
de los “Tres o cuatro petardos” como nombró en cada ataque de San
Martín, Mauro Viale, relator del encuentro histórico que
quedará guardado en la memoria suya y de todos los hinchas.
Lo que nunca se olvida fue el fervor que se vivió
dentro de la cancha por parte de los jugadores del conjunto “Xeneixe” para con
los tucumanos cuando iban 3 a 0.
- Negro de mierda, boliviano, coya, vayan a
pela caña.
Antonio Carrizo y Claudio Marangoni fueron los que más sufrían el
resultado y comenzaban a sacarse contra “La Rana” y sus compañeros. El
resultado fue la expulsión del mismo Carrizo tras una fuerte entrada a Troitiño y el
1-6 que nunca más se olvidaran. También fue el día que dejó de simpatizar por
el conjunto de la Ribera por el trato sufrido por parte de los
jugadores porteños.
Tras esa gran actuación, el Ingeniero Mirkin se acercó
y le dijo que Carlos Salvador Bilardo lo estaba viendo para la
selección, ya que tenía las características de jugador que le gustaba al “Doctor”.
La suerte esa vez no lo acompañó. Una lesión en la rodilla lo marginó de la
chance de ser convocado.
Desde que se hizo conocido en San Martín,
ya desde el primer año lo querían clubes como San Lorenzo, Huracán, Independiente y
hasta cuando Vélez compró al “Coyita” Gutiérrez también lo
querían llevar a él, pero siempre el Ingeniero se interponía a que se vaya, porque lo adoptó como un hijo y prefería que se quede en el club. Todos los
años tuvo posibilidad de irse pero se quedó porque estaba bien. Hasta resignó muchas veces lo económico por el afecto que ya le tenía a la rojiblanca.
***
Ya con la vuelta de Chabay sabía que iba a jugar porque estaba recuperando el nivel pero el entrenador uruguayo se fue.
Ese año además de jugar, manejaba un transporte escolar.
A las seis de la mañana salía a buscar a los chicos hasta las siete y media. De
ahí se iba a entrenar y volvía a las once para retirarlos nuevamente de la
escuela. La llegada de Ángel Tulio Zof fue determinante en su
carrera. No lo tuvo en cuenta y tras diez temporadas consecutivas en el club de
la Ciudadela decidió marcharse.
Se fue a vivir a Córdoba donde tenía
familiares, con la chance de seguir trabajando en una empresa de transporte
escolar y también de seguir jugando en Belgrano, por medio de Enrique
“El Negro” Nieto, ex compañero suyo en San Martín, que era técnico del
Pirata. Sin embargo no se dio ninguna de las posibilidades. Él dice que hubiese
jugado hasta los 40 años tranquilamente por la forma de entrenar que tenía,
pero a los 33 se alejó definitivamente el fútbol.
"La Rana" posa con una de las tantas camisetas del club que supo vestir a lo largo de 10 temporadas. |
Ahí entró el apoyo de la familia, la que nunca lo
abandonó en la época de jugador. No le costó mucho dejar de jugar porque jamás se imaginó llegar a jugar profesionalmente. Continúo adelante por sus hijos, que en ese entonces eran chiquitos. Ya en otra vocación la vida le deparó otro
destino.
Empezó sabiendo nada de venta de carnes, pero aprendió
hasta el último día que trabajó en Córdoba. Muchos años en el frigorífico,
recorriendo ferias, hasta que le picó el bichito de querer ser director
técnico. Ya en los tiempos de Rubén Ale como presidente del
club, dirigentes lo tentaron para que se haga cargo del plantel liguista para
dar una mano en San Martín. Se tomó el tiempo para organizarse en el trabajo y
en Unión San Vicente, donde dirigía la 4ta, 5ta y 6ta, también
dirigió la reserva y primera de Banfield de Córdoba.
Pasó el tiempo y el sueño de poder dirigir a su Santo
querido se hizo realidad en el 2015, cuando se puso al frente del plantel de
primera de la Liga Tucumana.
- Me vine, dejé todo allá en
Córdoba porque amo a San Martín.
Comenzó la temporada y el equipo jugaba bien, le
faltaba solamente el gol por la ausencia de un número 9. Llegó en Mayo y en
Noviembre finalizó el camino del "Santo" en el torneo.
Siguió vinculado al club, pero ya en categorías
menores donde pudo salir campeón en varias que le tocó dirigir. Después de un
gran año con la categoría 2003 en inferiores, le tocaba dirigir la reserva de
la Superliga, pero esta vez cómo ayudante de campo de Floreal
García. Todos sabían que no podía ser segundo entrenador de nadie porque
estaba preparado para afrontar estos retos él solo. Aceptó porque era San
Martín. Al principio esa dupla no coincidieron porque era obvio que cada uno
tenía una idea futbolística propia, pero terminaron haciendo un buen papel en
el torneo de AFA.
***
Como jugador tuvo el reconocimiento por parte de
colegas como Juan Simón y Néstor Gorosito. El ex
central de Boca apenas terminado el 1-6 fue al vestuario a pedirle disculpas
por la patada que le dio y a decirle que estaba a su entera disposición si
necesitaba algo. En tanto “Pipo” que recién estaba surgiendo en San Lorenzo, lo
felicitó porque para él “La Rana” fue el mejor de esa goleada sufrida por parte
del “Ciclón” por 1-6. Esas cosas rescata, la calidad de las personas que aun no
conociéndolo lo llenaban de elogios y eso lo reconfortaba.
Llegó a integrar la selección del torneo de primera
división del año 88/89 de la revista Solo Fútbol. Fillol, Olarticoechea, Villaverde, Simón y Enrique; Redondo, Graciani, Borgui, Troitiño; Perazzo y Percudani fueron
los 11 mejores del campeonato. Cada vez que empieza a nombrar algún recuerdo se
le viene a la cabeza, como el que le decían que era el mejor jugador del
interior de ese año. Son mimos para alguien que se sacrificaba cada vez que se
puso la camiseta de San Martín.
- Usted es un gran jugador pero como delantero
tiene que hacer más goles.
Lo más curioso fue cuando tras la goleada sufrida con
San Lorenzo, el empresario Settimio Aloisio lo citó para
conocerlo. El italiano que fue representante de Gabriel Batistuta entre
otros lo quería tener en sus filas. Fue con Chabay y ahí lo llenó de elogios. Sin embargo
él no estaba enterado que al otro día tenía que presentarse para firmar el
contrato para que este lo representara.
En ese lapso San Martín viajaba a Uruguay a
jugar un amistoso contra Nacional, pero él no viajo. El
entrenador ya tarde se acordó de avisarle que tenía que ir a la oficina de
Aloisio para firmar. Él pensó que lo iba a llamar pero nunca más lo volvió a
ver. Solo quedó la anécdota de que en algún momento pensó que podría haber
jugado en el exterior. Pero como el mismo repite, en el fútbol hay que tener
suerte.
***
Por San Martín dejó todo cuando jugó. Y cuando su "Santo" se acordó de él,
no dudó en regresar a la provincia y enseñarle a sus
dirigidos los valores que él tuvo como jugador, que a la camiseta hay que
transpirarla porque en Ciudadela se dejaba la vida. Ese sueño que tenía de
volver al club se hizo realidad y hoy después de casi 5 años sigue enseñándoles
a los más chicos como tienen que disfrutar a la hora de jugar.
– Se ve que uno hizo las cosas bien para que
te lo reconozcan así.
San Martín es su pasión. Cuando se radicó en Córdoba
venía poco a visitar a sus hermanos pero el hincha lo paraba en la calle, le
pedía fotos y recordaba viejas épocas. Sí hasta él no se explica cómo después
de 21 años afuera de la provincia le seguían reconociendo las cosas que hizo
por el Santo.
Su vida prácticamente está abocada al club y los que
lo conocen saben que es más que eso. Un episodio que recuerda fue el último
ascenso del Santo a primera. El partido con Sarmiento fue un
sufrimiento, lo sintió de esa manera a pesar de haber comenzado ganando en los
primeros minutos y para el hincha empezaba a sentirse cuesta arriba por la
adrenalina y el temor porque el rival era un equipo muy duro. Ese día lo invadió la felicidad, ya que su amado "Ciruja" regresaba a la categoría donde para él mínimamente tiene que estar
Él que empezó de grande sabe muy bien lo que es la formación de un jugador
y con el descenso también le impidió seguir dirigiendo la octava categoría de
las inferiores que participaban de los torneos de AFA. Cuando el
Santo ascendió él estaba contento por el crecimiento y la gran participación
que iban a tener los chicos del club. Era otro roce, distinto a lo que vivían
en los torneos liguistas y eso potenciaría al semillero de la institución. Ya
con San Martín en la B, el sueño de seguir formándolos se esfumó, cómo el paso
de una estrella fugaz.
Para “La Rana” el fútbol fue siempre una diversión. Él
disfrutaba jugar en su Barrio y así fue que cuando se calzó la mística
rojiblanca en el pecho no tuvo la presión que siempre caracterizó a la hinchada
de San Martín y eso fue un plus que le permitió seguir divirtiéndose pero a la
vez convirtiéndose en un profesional a la hora de salir a la cancha. Cosa que
los simpatizantes aplaudían cuando gambeteaba, tiraba un centro para un gol, o
lo convertía él mismo.
"Troiti" con la categoría 2002 que actualmete dirige. Lo acompaña Carlos Díaz, ex compañero suyo en el club. |
Su más grande anhelo es llegar a dirigir al plantel superior, es su sueño y su
meta a sus 59 años. Él se desvivió por San Martín y todo el mundo lo sabe. Lo
aprecian y lo miman. Le brindan el cariño que se ganó cada vez que transpiró la
camiseta. Lo mismo que le transmite a sus dirigidos de la categoría 2002. Para él
jugar al fútbol fue siempre una diversión y por eso nunca lo intimidó lo que
siempre exigía el hincha, al contrario lo disfrutaba y la gente lo ovacionaba
cada vez que gambeteaba, tiraba un centro gol o convertía él mismo.
- Para jugar acá hay que tener huevos y soportar la presión
Es la enseñanza de todo lo que vivió en el club, de la cual no se
arrepiente de haber dejado la vida que tenía en Córdoba por volver a su casa, a
su amado y querido San Martín. Hoy hace 5 años que trabaja de manera
ininterrumpida como empleado de la institución y lo hace con la humildad y la
simpleza que siempre lo caracterizó.
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