Del sueño a la realidad
Era un 24 de julio de 1988, en Resistencia (Chaco). El árbitro
se llevaba el silbato a la boca, marcando, para él, la culminación del partido, pero
para muchas otras personas ese pitazo marcaría el final de un camino lleno de
trabajo, el comienzo de un sueño que parecía inalcanzable, y el presente
inmejorable para la mitad de una provincia futbolera. San Martín de Tucumán
alcanzaba la gloria derrotando 2-0 a Chaco For Ever en su estadio y lo superaba
3-0 en el global. El histórico equipo tucumano seguía haciendo eso que tanto
sabía hacer, historia. Siendo el primer equipo de la provincia en llegar a la
primera división del fútbol argentino desde que se disputaba el nuevo formato.
Muchas cosas pasaban en ese momento por la cabeza de Walter
Villafañe -jugador emblemático de aquel equipo- que llevaba la 2 en su espalda
rojiblanca. “El Ruso” ,como es conocido, supo ser una muralla en aquel torneo
donde los "cirujas" llegaban a la máxima categoría. En sus ojos se nota la
emoción y el orgullo al recordar aquello que sucedió hace ya mucho tiempo.
–No lo podíamos
creer, veníamos de liga directo a primera.
En aquella hazaña inesperada, San Martín había ganado el
anual de la Liga tucumana de fútbol, luego pasó a jugar el viejo regional, el
cual ganó y fue invitado a un octogonal con los mejores de la "B" Nacional. Allí
derrotó ida y vuelta a Tigre, empató 0-0 con Quilmes en la ida y le ganó
agónicamente 2-1 de visitante, para en la final vencer al ya mencionado equipo
chaqueño.
Llegando a la casa de Villafañe, un perro sale disparado
desde su casa ladrando, por suerte, Victoria, su hija, una joven de 22 años,
delgada y de pelo lacio, me hizo pasar rápido a su casa ubicada en la calle 9
de julio, en su querida Banda del Rio Salí. La casa por fuera luce distinta al
resto, un tanto más cuidada y mejor mantenida. Un color amarillo en su pared
con lajas y un portón negro son el frente de la construcción que cuenta con
buena iluminación ya que la calle es oscura, debido a los grandes árboles que hacen
al sendero menos iluminado. Lo que sí es un tanto desfavorable es la zona en
donde se ubica, a pocos metros de la curva y el paredón del ingenio concepción.
Un lugar solitario y silencioso que te hace sospechar hasta de tus propios pasos.
Por algunos robos cometidos ahí, es que la familia Villafañe tiene una cámara
de seguridad en su hogar.
Al entrar me encontré con muchos perros, el más
cariñoso parece ser Stanley, un labrador cruzado de color blanco, que movía la
cola y me lamia el pantalón.
La casa por dentro exhibe un bello patio que se encuentra al
costado, donde se puede destacar el césped y una linda pileta. Antes de
ingresar al living/comedor se ubica el estacionamiento. Una vez adentro pude
apreciar el juego de sofá y sillones que se encuentran al frente de la puerta
de la entrada y unos cuantos pasos a la derecha te dejan frente a la mesa
rectangular rodeada de sillas. Una vez sentado del lado izquierdo, me quedó un
televisor led de 64 pulgadas en dirección de mis ojos. Desvié la mirada hacia
la punta de la mesa, lugar de Villafañe a la hora de ubicarse. Una vez que todo
estaba listo, empezamos con la charla.
El ex jugador tiene muchos recuerdos en su cabeza de aquel
hecho tan importante para el deporte tucumano. Pero destaca el encuentro frente
a Quilmes por semifinales como el más duro y el que perdura en su memoria como
si hubiese sido ayer.
–Ese duelo fue
durísimo, creo que ganar esa semi tan difícil nos hizo creer de lleno en el
ascenso.
Aquel partido en la cancha del cervecero definía quien
jugaba la final, el empate dejaba afuera al conjunto tucumano, pero a cuatro
minutos del final, “El santo” pasó a ganarlo 2-1 y se clasificó a la gran
final.
La gente grande siempre se acuerda de aquel glorioso
plantel. Según “El ruso”, en la calle a veces lo reconocen y a veces no, debido a los cambios que traen consigo los años y a las nuevas generaciones que pasan por alto a algunas figuras que no vieron jugar. Pero
el club siempre tiene reconocimientos y buenas acciones con los históricos
cirujas. Nombrando a los integrantes de aquel plantel, frena en uno y destaca
su amistad. Se trata de Jorge López, con quien sigue en contacto y tienen una
muy buena relación. Destaca al ex Sevilla como un crack dentro de la cancha y
una muy buena persona en la vida cotidiana. Los halagos no son solo de parte
del defensor, ya que Jorge también opina lo mismo de su amigo.
Sonríe con la mirada al techo y la mente en aquellos tiempos
dorados, el zaguero cuenta sus historias. No fueron una, ni dos, ni tres, las veces que yo pensé que derribaría una lagrima, al hablar de
fútbol se le nota su emoción, como cuando salió campeón con San Martín.
Claudia es la esposa del ruso hace ya 23 años, es docente,
tiene 48 años y lo conoce como nadie más en este mundo. Destaca a su marido
como un gran profesional y sobre todo un excelente ser humano.
-Orgullosa puedo decir que soy la esposa del ruso Villafañe.
Claudia siente gran admiración por su esposo, a pesar de que
a ella le simpatizan los colores de Atlético, los logros que más festejó y
enorgullecen a la mujer de 48 años son los que cosechó con la camiseta de bastones rojos y blancos.
A la señora de Villafañe le gusta el fútbol, tiene en claro la posición donde
jugó su marido, cuál era su función en el campo de juego, y cuenta con una
desenvoltura y capacidad de alguien muy informado a la hora de hablar de fútbol.
Resulta motivo de felicidad para ella haber visto como él fue feliz haciendo lo
que le gustaba, desempeñándose con pasión y amor por el deporte que tanto aprecia.
Un poco desorientado y preguntando a los vecinos donde vivía
Jorge López, llegué al pasaje Anchorena 3.247, dirección que me había dado el
mítico jugador, quien dejó su banda querida, para ser hoy en día un ciudadano
de Yerba buena. Cayendo la tarde y a pesar de estar en primavera -que en Tucumán
ya parece verano- corría una brisa un tanto fresca. Me encontré con una casa
que no era ni muy grande ni muy pequeña, con césped al frente y unas hermosas
plantas a las cuales las estaba regando una mujer, supuse que era la esposa. Me
dirigí a ella con el mayor de los respetos y pregunté por Jorge. Con toda la
amabilidad del mundo la señora me invitó a pasar, me sirvió agua y me facilitó una
silla para tomar asiento hasta que su marido termine de hablar por teléfono. El
reloj marcaba las 19:15 y él terminó su llamada, se acercó, me saludó y
arrancamos con el intercambio de palabras.
Con una mueca de nostalgia y agradecimiento, el ex delantero
cuenta que tanto en su etapa de San Martín, como en la de Concepción, fue Walter
quien lo integró al grupo y lo hizo sentir uno más. Cabe destacar que López es
tucumano pero inició su carrera en Argentinos
Juniors, luego fue a España, donde se desempeñó en Burgos y Sevilla, volvió al país para jugar
en Independiente de Avellaneda y recién en el 1986 a los 29 años, se desempeñó
profesionalmente en su provincia, donde llegó al “León” de la banda y San Martín, donde jugó con su gran amigo e hicieron historia con ambas camisetas.
-El ruso era un crack, nos sentíamos seguros con el atrás.
Luego del ascenso con el equipo bandeño, Chabay puso sus
ojos en los dos amigos, viéndolos como perlas valiosas y se los llevó a San
Martín. El delantero expresa que su objetivo era llegar al Nacional B, ya que
Atlético, el eterno rival, jugaba en esa categoría. Luego surgió la posibilidad
de pelear por un ascenso a primera y allí fue donde el equipo santo tocó el
cielo con las manos.
San Martín logró cuatro ascensos a primera en su historia.
El primero en 1988, luego 1992, 2008 y el último en 2018. En el primero de
estos estuvo el protagonista de esta
historia. Según el bandeño, ese equipo fue el mejor de los cuatro ascensos por
dos razones fundamentales. La primera: por el hecho de ser el primero en
hacerlo. La segunda: por ser el equipo que mejor jugaba. No les quita méritos a
los otros tres equipos que ascendieron, pero afirma que ese equipo jugaba muy
bien, practicaba un fútbol distinto, muy vistoso, con el cual el hincha se
sentía identificado. Lo mismo opina Jorge López, dándole más veracidad aun al
testimonio del ruso.
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Walter terminó de ver el encuentro, se acomodó la remera, se
ubicó en la silla y se puso el auricular con el micrófono. Comenzó a hablar de
sus experiencias en primera división, afirma que el partido contra River fue
especial para él, a pesar de haber perdido. Su sonrisa y el brillo en los ojos
reflejan lo significativo que fue aquel choque ante el millonario. Lamentablemente para el equipo tucumano, los de Núñez se quedaron con
el triunfo por 2-1. En ese partido fue expulsado y se perdió la proeza más épica
de un club tucumano en el fútbol argentino.
Cuenta Walter que cuando llegaron sus compañeros lo primero
que hizo fue felicitarlos por la tremenda hazaña que hicieron y que es difícil
que se repita, con una mueca que
demuestra un poco de emoción y a la vez frustración de no haber estado allí,
para ser participe directo de aquella goleada del santo 6-1 en la cancha de
Boca frente al equipo “Xeneize”.
El que sí estuvo presente en el verde césped de la Bombonera
aquel 21 de noviembre de 1988 fue Jorge López, que no tan solo figura entre los
once titulares sino que se dio el lujo de convertirle un gol a uno de los
gigantes de América.
-La imagen que tengo de ese partido son mis compañeros
festejando y la hinchada de Boca que alentaba más allá del resultado.
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A la hora de hablar de fútbol, “El ruso” hace un párrafo
aparte para el club de sus amores. Concepción de la banda fue, es, y será su
casa. En aquel club, Walter se inició como futbolista prácticamente. Tenía 16
años cuando gracias a Petrella -el director técnico de las inferiores- arrancó su carrera. Un año más tarde se fue a Ferro Carril Oeste, para luego
volver con 17 al león.
Walter cuenta parte de su historia en Concepción con el amor
que te lo contaría cualquier hincha hablando de su club.
Era una tarde cualquiera y Walter estaba sentado en la
vereda con su padre, cuando pasó Daniel Petrella por aquel entonces DT de las inferiores de “Los leones”. Lo
invitaron a jugar con los jugadores del plantel por el solo hecho de tener una
amistad con la familia. “El ruso” se calzó los botines y no encontró otra
opción que ir y hacer lo que tanto le gusta, jugar al fútbol. Aquella tarde no
iba a ser cualquiera, estaba viendo el entrenamiento ni más ni menos que
Timoteo Griguol, técnico prestigioso de aquellas épocas. El sol quemaba y se
hacía sentir en la tarde tucumana, lo que no quemaba era la pelota en los pies
del ruso, quien parecía que llevaba años entrenando en el club de sus amores y
mostró todas sus condiciones en aquel entrenamiento. Terminado el duelo,
Timoteo se quedó hablando con Petrella y le comunicó su interés por el central.
Esto llegó a los oídos de Villafañe que sorprendido se topó con la oportunidad
inmejorable que todo amante del fútbol sueña, pero que tan solo algunos tienen.
Sin dudarlo y a la vez con algo de temor, el tucumano armó
su bolso y fue rumbo al gran Buenos Aires, alejándose de su familia y su zona
de confort. Lo que más le costó al bandeño fue la adaptación a una nueva vida
lejos de sus seres queridos. A pesar de todo, el por entonces joven, se puso la
camiseta verde del ferroviario y logró su primer título en su rica carrera,
consiguiendo el campeonato juvenil de su categoría.
-Me dieron permiso para el casamiento de mi hermana y no
volví más.
Antes no era como hoy en día, cuando el escribía cartas a
veces llegaban y muchas otras no, no se usaba internet, teléfono muy poco y
estaba totalmente aislado de su familia, quien a kilómetros lo extrañaba horrores. Fueron muchas las veces en las que Walter con corta edad lloró por extrañar a los suyos.
Al desligarse del club bonaerense, volvió a Concepción,
donde todos ya sabemos lo que logró y por lo que es recordado hasta el día de
hoy en la ciudad de Banda del Río Salí.
No se hizo esperar mucho su debut en primera, pasó todo
rápido como un abrir y cerrar de ojos. El ruso debutaba en primera y un
nerviosismo le ponía la sangre helada como nieve, pero con el correr de los
minutos esa nieve se convertía en fuego, ya que una vez que la pelota rodaba
todo quedaba atrás y por su mente solo pasaba la victoria.
Esas ganas de ganar no solo caracterizaban al rubio defensor, sino a todo un equipo que en 1986 conseguía una hazaña comparable con
el ascenso de San Martín en el 88. “El gaucho” era el primer equipo tucumano en
ascender al Nacional B, la historia de un equipo de fútbol, parecía sacado de
un cuento fantástico. Todos esperaban que San Martín o Atlético sean los
primeros en lograr dicha consagración, pero era el conjunto de Banda del Rio
Salí quien rompía con todos los esquemas y se adueñaba de la provincia,
venciendo al “Santo” en una final que sigue siendo el máximo logro de
Concepción en toda su historia y que continua vigente en la memoria de
cualquier hincha.
Un 11 de junio de 1986, en el estadio José María Paz,
salieron once leones a la cancha, entre ellos obviamente estaba “El ruso”,
quien de penal se hizo presente en el marcador que culminó con un 4-1
sorpresivo para muchos, menos para ellos, que estaban confiados en sus
capacidades. La revancha en la ciudadela fue el domingo 15, y lejos estuvo el
local de revertir la situación. Otra vez el equipo albiceleste se quedó con el
triunfo, superando a los rojiblancos por 3-2.
En este torneo también compartió vestuario con ese amigo que
le dio el fútbol. El ya mencionado ex Sevilla, quien venía de jugar en
Independiente y mostró su desconocido talento para muchos tucumanos.
-Al conocerlo a Walter en Atlético Concepción, me sorprendió
la personalidad que tenía. Ya que recién había cumplido 18 años y ya era el
capitán del equipo.
Jorge López y todos los integrantes de aquel plantel, son
recordados como dioses en la ciudad bandeña. Entre aquellos nombres se
destacaban Ferreira, Fanjul, “Caniche” Medina, el “Pelao” Nieva, Villafañe,
López, Raimonda y González. Todos jugadores que fueron artífices de la historia
del fútbol tucumano.
Villafañe pasó de jugar en el potrero a estar en la antesala del fútbol de primera, todo esto en un lapso fugaz de dos años, siendo ni más ni menos que el capitán de su equipo con 18 años de edad y con la
camiseta que llevaban los colores que amaba, los mismos que lleva el cielo, ese
celeste y blanco que se flamea representando a nuestro país, esos días
representaban a Tucumán, quien tenía su plaza en segunda división gracias al
humilde equipo del interior de la provincia. No alcanzó el domingo, ni el lunes, ni el martes, ni mucho
menos el miércoles para culminar los festejos de los fanáticos que caminaban
felices e incrédulos las calles de la Banda.
“El ruso” es hincha del león, por eso pone ese título por encima
del que logró con San Martín. La pasión y locura que llevaba dentro de su
cuerpo ese día, lo hizo estar prendido del alambrado 15 minutos, cantando,
revoleando la remera y llorando de alegría, como lo que era, un hincha más.
Hablando las cosas como son, él, tres años atrás se encontraba del otro lado,
en las tribunas, y ese día era uno de los responsables de la felicidad de toda
su gente y de su propia alegría también.
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Pese a ser reconocido en el club de la ciudadela, “El ruso”,
también defendió los colores de Atlético. Allí jugó tan solo dos años. Su paso
por el conjunto de 25 de mayo y Chile no le trae los mejores recuerdos, ya que
en 1991 sufrió una lesión que fue gran responsable de su posterior retiro. El
defensor se quebró los ligamentos cruzados y teniendo en cuenta los pocos
recursos de aquella época, no quedó en óptimas condiciones para desempeñarse
como siempre supo hacerlo dentro de una cancha. El zaguero ya no disfrutaba como antes
de los entrenamientos y las exigencias que otorgaban la camiseta del “Decano” y
la B Nacional. Se sacaba líquido de la rodilla todas las semanas para seguir
jugando, pero en un momento tuvo que decir basta. El dolor de no poder dar lo
mejor de él se podía comparar con el que sintió a la hora de quebrarse los
ligamentos.
-Antes no te pagaban como ahora, y empecé a buscar
alternativas para vivir.
En ese mismo año en la calle Las Heras entre Martin Fierro
y Reconquista, en su ciudad natal, Walter abrió su propio negocio, una despensa
que sigue funcionando hasta hoy en día. Tres arboles oscurecen la vereda del
negocio, que se ve pintado de blanco, con letras negras y dos focos que le dan
batalla a la oscuridad que despiden las sombras de las plantas. Entro, saludo a
los empleados y paso al fondo, donde en una silla y con un mostrador al frente
suyo, Walter espera a sus clientes para cobrarles las compras hechas. Siempre
amable y predispuesto, me saluda. Comenzamos a hablar mientras los clientes van
y vienen. Del lado derecho está la carnicería, atendida
por Gonzalo, seguido a eso se encuentra “Nico”, un flaco alto y rubio que se
encarga de vender la mercadería y la bebida, no es el único que lleva el nombre
Nicolás, ya que otro empleado, un hombre de estatura baja y un poco relleno,
también se llama así. Por la otra orilla, hay verduras y frutas. Para el fondo
atrás del dueño de la despensa, hay más mercadería y también bebidas alcohólicas.
Una pared separa lo visible del galpón, donde guardan todas las reposiciones.
Villafañe trabaja conjuntamente con el municipio, tiene
alrededor de cuatrocientos clientes que son empleados municipales. Siendo este el fuerte de su negocio, que al cumplir dentro
de poco 29 años ya tiene sus fieles compradores. El hombre de 51 años parece
ser de buen corazón como sus allegados dicen. Se nota un trato de confianza y
cariño con cada uno de sus clientes. Hasta fui testigo de cómo le regaló jugo
Ades a dos hermanitos. La cara del niño era de una felicidad que solo los
chicos de esa edad demuestran con tanta ternura.
-La venta bajó mucho a comparación de antes.
El local está abierto de ocho de la mañana hasta las dos de
la tarde, mientras que el segundo turno se desplaza desde las seis de la tarde
hasta las diez de la noche. Estuve en el negocio en el último turno, y el
horario donde más solicitado fue, supo ser a las nueve de la noche, cuando
contando vi que las personas haciendo las compras eran diez. Aunque el dueño
me asegura que el plato fuerte es a la mañana, ya que hay gente que hace las
compras para todo el día.
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En un nuevo viaje a la casa de la familia del defensor, me topé
con una gran ausencia, Logan, su perro más grande tanto de tamaño como de edad,
ya no estaba. Victoria, su hija de 22 años quien llegó al mundo un 10 de
septiembre de 1997, cambiándole completamente la vida a su padre, me contó el porqué
de aquella pérdida. La mascota más antigua de aquel hogar ya tenía 13 años, lo
cual para un perro ya es demasiado.
-Logan ya estaba viejo, prácticamente no se podía mover y
tuvimos que sacrificarlo.
Ella se muestra un tanto conmovida y orgullosa a la hora de
hablar de su padre, quien le dio facilidades siempre para que lleve una buena
vida, tal vez la que él no llevó, por no tener todas las comodidades que él hoy
en día le brinda tanto a ella como a “Leo”, su hijo menor, quien se paseaba por
la casa antes de salir.
-Siempre me dio todo, y me apoya en cada cosa que yo quiero.
Vicki es estudiante de odontología en la UNT desde el 2016, contándome
un poco de su vida estudiantil sentimos fuertes golpes en el portón ¡Pum Pum¡
Se trataba de don González, quien sin saber que había timbre, se hizo sentir al
darle manotazos al chapón de la entrada. Entró a la casa, saludó y se puso a
revisar el horno, ahí me quedo claro que era uno de los empleados de aquella
casa, cuya tarea es arreglar algunas cosas que no funcionan. Terminó de ver cuál
era el problema, fijó un día para volver con sus herramientas y se fue
caminando hacia la salida, con sus zapatos negros, anteojos, sus pocos pelos
bien peinados al costado, y su pantalón subido hasta el ombligo, razón por la
cual “Leo” lo miraba, me miraba y soltaba una sonrisa burlona.
Siguiendo la charla con la hija del “Ruso”, me contó que
dentro de todo le va bien en su carrera. En los primeros años de cursado se
enamoró de lo que hacía, pero en el tercero comenzó a dudar si era lo que
quería para toda la vida. Además aportó un dato extra, algo que no sabía de su
padre. El gran responsable de que haya tantos perros en su casa, es él mismo.
Siente gran pena por los perros, los rescata y los cuida como si fuesen sus
hijos.
Hablando de lo deportivo, asegura que le hubiese encantado ver jugar a su padre, pero la carrera corta que tuvo, y los tiempos donde jugaba y ella nació no lo permitieron. Se ve su orgullo al contar que su padre es reconocido y admirado por gente tanto de San Martín, como de Concepción.
Llegó el momento de hablar con uno de los más tímidos de esta historia a la hora de ser entrevistado. Su hijo Leonardo Villafañe de 19 años, el pelo castaño claro y una estatura no mayor al 1,80. Estudia educación física en la UNT y al igual que su padre es un apasionado del fútbol. Supo hacer inferiores en Argentinos del Norte y también en Atlético Tucumán, club del cual es simpatizante al igual que su hermana. Cuenta el joven que cuando iban a verlo al decano, pasaban como si fuese el patio de su casa, ya que los dejaban ingresar gratis por ser hijos de un ex jugador del club.
Del mismo modo que Victoria me cuenta que su padre es una
gran persona, él también lo hace, recalcando que es un gran ejemplo a seguir.
Siempre trata de ayudarlo con las cosas tanto del negocio, como de la casa.
Pero a la hora de hablar de fútbol, se lo nota un poco nostálgico, al saber que
podría haber llegado a escribir alguna página gloriosa como su viejo. Los
tiempos no le daban para entrenar y estudiar, ya que en la FACDEF los horarios
son bastante ajustados, por otra parte, el desgaste físico iba a ser doble.
-Mi papá siempre me dice que lo principal es el estudio.
A su hijo le hubiese gustado dejar su nombre marcado en las
páginas de cualquier planilla, diario, relatos deportivos o alguna foto. Pero
es consiente que los consejos de su padre son para su bien, más teniendo en
cuenta las pocas oportunidades que se presentan hoy en día en el fútbol
tucumano. “Leo”, al igual que su padre, es apodado “El Ruso” y también juega en
la defensa.
Tanta curiosidad me dio ver su estilo de juego, que me acerque a la cancha “El mundial”, ubicada en la ruta 306, al lado de un estacionamiento de camiones de Scania, cerca del conocido boliche Yesterday , por el frente y el fondo, se deja ver un cañaveral, perteneciente al dueño de las canchas, que también cuentan con una cantina y vestuarios. El ruso acomodándose las medias, ansioso por jugar, me saluda y me avisa que a las 11:30 arranca el partido en la cancha 2. El predio dispone de dos canchas de fútbol 9, pero se pueden separar en tres campos de fútbol 5, para aquellos que reservan las canchas para un papi fútbol. El césped sintético llama la atención hasta de los que solo van a ver el juego, ya que cuenta con un verde y una perfección similar a la de una mesa de villar. Entran los equipos a la cancha y yo tomo asiento en un banco que estaba al lado de la misma, como si fuese un suplente más.
Tanta curiosidad me dio ver su estilo de juego, que me acerque a la cancha “El mundial”, ubicada en la ruta 306, al lado de un estacionamiento de camiones de Scania, cerca del conocido boliche Yesterday , por el frente y el fondo, se deja ver un cañaveral, perteneciente al dueño de las canchas, que también cuentan con una cantina y vestuarios. El ruso acomodándose las medias, ansioso por jugar, me saluda y me avisa que a las 11:30 arranca el partido en la cancha 2. El predio dispone de dos canchas de fútbol 9, pero se pueden separar en tres campos de fútbol 5, para aquellos que reservan las canchas para un papi fútbol. El césped sintético llama la atención hasta de los que solo van a ver el juego, ya que cuenta con un verde y una perfección similar a la de una mesa de villar. Entran los equipos a la cancha y yo tomo asiento en un banco que estaba al lado de la misma, como si fuese un suplente más.
El rusito se paró de tres, yendo y viniendo por el lateral
izquierdo, con gran velocidad, una fortaleza física de alguien que entrenó
muchos años y un salto que hacia parecer que tenía resortes en los pies. Con el
correr de los minutos y su equipo 4-2 abajo en el marcador, el defensor tomaba
la iniciativa y subió algunas posiciones, pero no fue suficiente y el resultado
final fue 5-2.
Un equipo festejando de un lado y el otro con la cabeza
gacha, dejaban en claro ante los ojos de todos los presentes lo que es el
fútbol. Una frustración que muestra que una derrota en el rectángulo más
preciado del deporte, es muy importante para un futbolista, ya sea por la final
del mundo o simplemente por el honor.
Leo sale con cara de bronca, pero a la vez aceptando la
justa victoria del rival. Se frena en frente del arco y le reclama algo a uno
de sus centrales, que en los 60 minutos jugados fue un flan.
-Necesitábamos un central como mi viejo hoy jajaja.
Con mucha más confianza y desenvuelto, visite la casa una
vez más. En esta oportunidad quería hablar con ambos hijos de Walter
conjuntamente. El ruso se sienta en la punta de la mesa, siendo el sucesor del
lugar del padre a la hora de cenar cuando él no está. Vicki parece sentirse cómoda
del lado derecho, allí siempre se ubicó a la hora de hablar o presenciar alguna
entrevista a su padre. Muy amablemente piden una pizza y una gaseosa,
invitándome a cenar y haciendo que me sienta como en casa. Trinnn¡ suena el
timbre y el delivery estaba afuera a la espera de que alguien lo atienda. La
joven deja la cena en la mesa, abre la caja y me dijo que me sirva sin vergüenza alguna.
En enero del 2017 se fueron de vacaciones a Brasil, más
precisamente a Camboriu. Allí querían subirse a un teleférico, el ruso estaba
haciendo la fila sin remera y con ojotas. La seguridad le exigió vestirse el
torso. Con carcajadas, sus dos hijos tratan de recrear el momento. Su padre se
vio obligado a comprarse una remera que decía Camboriu y que ni le gustaba. Quedó
en la memoria de los dos hijos de Walter que al recordar ese y otros momentos,
no pueden ocultar la gracia que les da.
Iba por la segunda porción y caía otra historia. Esta vez
también contaban que el ruso no se preocupa por combinar la ropa, ni siquiera
por que quede algo acorde entre sus prendas. Ahora quien toma la iniciativa
para contar es su hija, resaltando que siempre que tienen algún evento
importante, su padre viste una remera a cuadros y un buzo a rayas.
Finalizando las historias y la cena, sus hijos muy tentados
con todo lo que hace su papá, cuentan que al negocio va una mujer a venderle
ropa. El ruso ni mira las prendas, solo las saca de la bolsa y se las hace
quedar. Se llena de ropa que ni siquiera sabe si como le va a quedar, solo se
fija el talle y a la bolsa.
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Algo más había en el cajón de los recuerdos del rubio
defensor, quien me esperaba sentado en
la reposera de su jardín, rodeado de plantas, un hermoso césped brasilero y sus
ahora siete perros, quienes se paseaban alrededor de la piscina.
Walter Villafañe no tan solo tuvo la oportunidad de jugar en
el fútbol argentino, sino que también supo defender los colores de Oriente
Petrolero de Bolivia. Allí consiguió dos títulos locales y disputó dos Copas
Libertadores de América. Unos cuantos años atrás esto parecía inalcanzable para
el jugador bandeño, que aquel día que Petrella lo invitó al entrenamiento de
Concepción nunca se había imaginado de llegar a lo más alto del fútbol del
continente.
-Es difícil jugar afuera, son otras costumbres y otra
cultura.
El ruso resalta lo distinto que es el país vecino al
nuestro, a pesar de estar pegados, son como el agua y el aceite. No logra
imaginar lo complicado que puede llegar a ser adaptarse a un país más lejano,
donde se hable otro idioma y las costumbres sean todavía más opuestas y
diferentes a las que tenemos en Argentina. La única experiencia fuera de Tucumán que había tenido el
zaguero fue en Ferro.
Hablando un poco más de lo que es su familia y su vida
privada, el hombre se muestra feliz y orgulloso de la familia que formó. Sus
hijos Victoria y Leonardo son el gran fruto de su amor con Claudia, los dos
jóvenes llegaron cuando ellos ya eran un poco grandes, siendo este el broche de
oro para una relación que lleva 36 años ininterrumpidos de amor, 13 fueron de
novios y 26 casados.
Toda una vida juntos, los años hablan por sí solos y
muestran el gran afecto de estas dos personas, quienes salieron adelante en situaciones
difíciles de la vida pero siempre uno al lado del otro, dándose la mano
mutuamente cuando alguno se veía al borde del precipicio.
La mujer se acomoda en el sillón, corre a los perros así no
la molesten, y cuenta que en sus inicios
Walter trabajaba en el Ingenio Concepción y jugaba al fútbol. Contextualizando
cual era la situación de ellos en aquella época y del fútbol en general, donde
era muy pretencioso vivir tan solo ganando lo que el deporte les daba.
La docente asegura que el ex defensor es un gran líder de familia, siempre supo cómo abastecer al hogar y ponérselo al hombro para sacar
adelante la situación más crítica y también como festejar la más dichosa. Todo
lo que tiene la familia hoy en día fue con un esfuerzo tal de gente que surge
de abajo, con ganas de progresar y superarse constantemente, esta ideología la inculcaron en la mente de sus
hijos, quienes se vieron y se ven constantemente apoyados por sus padres, que
se ven satisfechos al colocarles los valores necesarios.
El padre de los dos
jóvenes exclama que el orgullo entre sus hijos y él, es recíproco. Siempre les resalta que el estudio es lo primordial, ya que es una
herramienta que te va a servir toda tu vida a diferencia del fútbol, por
ejemplo.
Seguro de sus palabras el hombre recalca que su hijo tiene
condiciones para jugar en cualquier club de Tucumán, pero le alegra que le haya
dado prioridad al estudio. Opinando sobre los centrales de hoy en día, muestra
cierta admiración hacia Nicolás Otamendi, nombrándolo como el sucesor más digno del
puesto que dejó “El Ratón” Ayala en la zaga Argentina.
En cuanto a la
relación que lleva con sus hermanos, afirma que si bien no comparten tantas
cosas, el contacto siempre está y de vez en cuando se sientan en la misma mesa
a compartir un asado, como sus padres les enseñaron desde su infancia más
humilde a su presente más estable.
Hay una frase del ex jugador que me quedó guardada, y
refleja de una manera inmejorable su carrera, “Tuve buena y mala suerte en el
fútbol para llegar a ser lo que fui y para no llegar a ser más”. Con esas
palabras Villafañe dejó claro que su suerte fue desde aquel visto bueno de
Griguol y sus títulos logrados, hasta su mala fortuna cuando una lesión en el
conjunto decano le puso punto final a sus aspiraciones en el fútbol, dejándolo
sin otra opción que bajar los brazos y abandonar su sueño de llegar a vestir
alguna camiseta de un grande del fútbol argentino, algo a lo que el ruso veía
como posible por su buen nivel y rica
trayectoria. Con un poco de nostalgia al remover sus recuerdos más lejanos,
Walter cerró una charla riquísima en su precioso jardín, se paró de la reposera
y se fue a su cuarto.
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