El fútbol: una vida color de rosa



 El "Mocho" siempre ha sido conocido como uno de los pioneros del fútbol femenino. Su trabajo en San Martín ha llevado a la provincia a ser una de las más reconocidas a nivel federal en una disciplina que ha empezado a tener, poco a poco, el reconocimiento que se merece.


Florencio dirigiendo el entrenamiento de la selección tucumana de mujeres.




 Eran las seis y media de la tarde, la avenida Francisco de Aguirre estaban llenos de autos que iban y volvían a una velocidad siniestra, digna de una pelicula de Rápidos y Furiosos. Luego de esperar un tiempo para cruzar, le preguntó a un chico (al parecer de mi misma edad) si aquella calle sin nombre era la Junín.


- Sí, esa es

Me afirmó con mucha seguridad y un poco de arrogancia, poniéndose los auriculares para conectarse nuevamente con sus gustos musicales.

Camino un par de metros, la zona parece tranquila a la hora de la merienda, unos chicos corrían entre risas y burlas luego de culminar una tarde de escuela. Observaba para todos lados la dirección porque no la encontraba. Solo pude ver el portón negro de una casa de dos pisos y una terraza semi abierta. Antes de preguntar a una pareja que salía de su hogar en donde era la casa de Florencio Robles, el portón se abrió y el hombre apareció al fin.

-          Hola, te estaba esperando, pasá. Justo estaba viendo el resumen de la Champions.

 Me invita y cierra el portón del garaje una vez que ingreso a su casa.

Florencio Robles nació el 3 de noviembre de 1961. Sus padres eran Angélica y Florencio, al igual que él. El “Mocho” era el cuarto hijo y el único varón en un grupo de cinco mujeres (Magdalena, Susana, Clara, Claudia y Malvina).

 Su papá era un sindicalista en la Unión Obrera Metalúrgica y su madre los cuidaba a él y sus hermanas cuando tenía uno que otro viaje de traabajo.

-        Él viajaba mucho, tenía muchas idas y vueltas constantes de Tucumán a Buenos Aires. El tiempo me hizo olvidar cosas de él porque no estaba todo el tiempo con nosotros. Pero, a pesar de eso, él nos amaba.


Contaba entonces mientras que, con mucho afecto, miraba la foto de su progenitor con el General Juan Domingo Perón, uno de los estandartes más reconocidos en la política de nuestro país.


-          Mi papá no era cualquier persona, ja.


Soltaba una leve carcajada mientras me mostraba la foto que iba perdiendo poco a poco su coloración, producto de los años que han pasado al lado de muchas fotografías que se encontraban agrupadas en la mesada del living familiar.

 
Florencio Robles (padre) junto a Juan Domingo Perón.

 Mientras veía uno que otro gol que dejaron una nueva jornada de la Champions League, Florencio volvía de la cocina con un té en la mano, que transmitía un aroma típico de la infusión, y con una carpeta bajo el brazo. Ese tesoro guardado en su hogar contenía recortes de diarios, fotos, entrevistas y distinciones lo largo de su trayectoria como entrenador en el fútbol femenino. Sin embargo, mientras pasaba hoja por hoja, empezó a contarme su carrera, no como director técnico sino como futbolista.

- Siempre me gustaba salir en las fotos con la pelota, era una obsesión mía antes de que venga el fotógrafoMostraba la sonrisa mientras señalaba aquel joven, flaco y con una cabellera abultada que hacía honor a su apodo.

Pocos saben de la historia futbolística del “Mocho”.  Tras la ausencia parcial de una figura paterna en su hogar, Florencio empezó su romance con el fútbol gracias a su tío Carlos, un hincha fervoroso de San Lorenzo de Almagro

Todos los años, los Robles pasaban su verano en Buenos Aires Casi todos los días, jugaba a la pelota junto a sus primos. Ese juego tan pasional para todos los argentinos era lo único con lo que él se podía entretener. En alguna que otra oportunidad, su tío le enseñaba algunas técnicas para que su sobrino aprenda a definir mejor.

Mucho tiempo después, formado como un delantero, debuta a los 17 años en Argentinos del Norte, su primera casa. Sin embargo, en menos de dos años, su carrera como futbolista se vio afectada por una cuestión laboral y tuvo que partir a Buenos Aires


 -Me fui para poder ayudar a mi familia. Por ser hijo de mi papá, trabajé como chófer en la Unión Obrera Metalúrgica hasta que me asignaron la función de administrador. Luego de un tiempo, solicité volver a Tucumán para quedarme nuevamente donde me sentía más cómodo.

 Una vez que volvió a su tierra natal, le ofrecieron jugar a un equipo que actualmente ya no forma parte en ninguna de  las categorías del fútbol provincial: el Club Atlético Unión Cerveceros.


 
Florencio en sus días como jugador de Unión Cerveceros.

- El club no me quedaba lejos de mi casa y eso me facilitó bastante para jugar y trabajar.

 Más allá de haber tenido unos momentos muy gratos en aquel club que actualmente se encuentra desaparecido, Florencio había colgado los botines a los treinta y tres años de edad. La decisión de dejar de jugar un deporte que tanto anhelaba en su juventud fue por una cuestión laboral.

- En aquel tiempo, tenía dos opciones: seguir jugando o trabajar. Elegí lo segundo porque era lo correcto.

 Una vez que me contaba su principal motivo, mira la foto con mucha nostalgia. Contemplando a aquel joven que siempre posaba con la pelota, siempre su vieja amiga.



                                                                            ****



  La misma odisea que tuve para encontrar la casa de Florencio por primera vez, sucedió para encontrar la casa de Malvina, la hermana menor del Mocho.

 A unas tres cuadras de la cancha de Atlético, en un pasaje estrecho, pude ver el número de la casa con el apellido Robles grabado en él.

- ¿Quién es?, me preguntaban con mucha fuerza, desde el otro lado de la puerta.

- Facundo, contesto con mucha seguridad.

Al abrir, me encuentro con una jubilada mirándome medio desorientada.

- ¿Aquí vive Malvina? Pregunto con muchas dudas.

- No mijo, ella vive a la par. Confirmando mi error, me despide con una sonrisa.


El segundo intento no podía fallar. Toco el timbre y un hombre, en menos de un segundo, me atiende con un mate en la mano y con la compañía de un enorme Rottwailer. 


- ¿Vos sos Facundo? Pasa, mi mujer no está pero viene enseguida. No te preocupes por el perro, parece malo pero no muerde.

Me aseguraba el hombre, mientras yo contemplaba el tamaño de la bestia de cuatro patas. Al final, él tenía razón, el perro era muy dócil.

Lucio Medina conoce a Florencio hace más de cuarenta y ocho años. Eran amigos inseparables del barrio. Tiempo después, esa amistad se transformaría en un lazo familiar cuando contrae matrimonio con Malvina, la hermana de su amigo, un 31 de diciembre de 1985.

Ambos pasaba la niñez jugando al fútbol con los demás chicos de la cuadra en aquellas noches interminables. Ambos eran delanteros y se conocían de memoria en cada uno de los partidos que jugaban. Un día, un masajista de Argentinos del Norte, vecino de ambos, decidió llevar a la mayoría de los chicos del barrio para probarse.

Florencio y Lucio en Argentinos del Norte


- Me acuerdo que llevaron a casi todos nuestros amigos, pero nosotros con Florencio éramos los mejores. Juntos fuimos un peligro para los defensores

Aseguraba el hombre mientras tomaba uno mate endulzado con stevia.

- Florencio tenía pique, era muy veloz y tenía mucho gol. Nos conectábamos bien a la hora de contraatacar.  

El sueño de todo un pibe es jugar en algún club grande, como son Atlético y San Martín en nuestra provincia, llegar y conseguir crecer como futbolista. Este no era el caso de Florencio ni el de Lucio, ambos solo quería meterles goles a esos dos equipos estandartes.

- En nuestra época había muchos jugadores, tenías que ser un tipo como Maradona para llegar a ser alguien.

 El comentario de Lucio me llamó la atención. Era una afirmación que muestra la realidad en Tucumán. Muchos jugadores, más en la liga tucumana, tienen talento nato. Muchos quedan sorprendidos de la forma de jugar de algún que otro pibe de potrero. Pero no muchos corren esa suerte. Si no salís de tu club con veinte años a probarte en otro lado, te estancas. La suerte no te llegará nunca. Tenés que ser un tipo como Maradona para llegar a ser algo.

 Lucio había realizado unas pruebas para formar parte de Atlanta, pero le negaron la posibilidad de formar parte de las filas del “Bohemio” por no estar al mismo nivel que los jugadores porteños. Caso similar fue de Florencio, quien no tuvo suerte pero en Huracán.

- Como te dije, si no eras Maradona no tenías suerte. Repetía mientras servía nuevamente un mate.

 Una vez culminada la etapa de ambos en Argentinos del Norte, los “compinches del gol” se mudaron a Buenos Aires, buscando una nueva vida. Sin embargo, no era lo que Florencio tenía planeado.

- Él estuvo un tiempo y se volvió rápido a Tucumán. No le gustaba el estilo de vida que había en Buenos Aires. En cambio, yo me quedé al lado de Malvina, me casé con ella y viví con su familia

A comparación de Florencio, la vida futbolística de Lucio iba marchitándose y cayendo como los pétalos de una flor. El joven que metía goles en las redes de Argentinos del Norte veía que el fútbol iba perdiéndose poco a poco en su vida.

- Tuve un par de apariciones Lugano, allá en Buenos Aires. Había otros dos tucumanos como compañeros pero en el fondo sentía que ya no era lo mismo. El trabajo en la fábrica donde laburaba  tenía una exigencia de doce horas diarias y me tuve que decidir si entre jugar la pelota o sentar cabeza y elegí la segunda opción porque sentía que era lo mejor para mí. Me costó dejar.

 Luego de culminar con su mate, Lucio miraba al techo de su hogar, recordando su pequeña trayectoria como futbolista.


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Antes de continuar con su cuaderno de recuerdos, Florencio volvió a ver la foto de su papá. Contaba una y otra vez las anécdotas del trabajo que hacía en la Unión Obrera Metalúrgica,  orgulloso de aquel cargo que tenía su progenitor. A su vez, empezó a recordar a su madre Angélica que hace mucho tiempo había partido de este mundo. 

- Mi papá falleció cuando yo tenía 7 años. No tenía muchos recuerdos sobre él. Pero lo que sí sabía, de acuerdo a las anécdotas de mi mamá, él siempre fue un hombre divertido, familiar y siempre compañero

 Malvina ejerce la docencia en dos escuelas públicas. Cada día, lucha para poder darle lo mejor a sus hijos.



- De acuerdo con las anécdotas de mi mamá, Florencio es igual a mí papá, muy familiero.
Cuando falleció, mi hermano se conviritió en el hombre de la casa.



 La vida de los Robles había cambiado drásticamente cuando falleció el padre de Florencio. Su madre empezó a trabajar para poder sostener a la familia. La decisión más difícil de Angélica fue que, para que las cosas podían estabilizarse, era mudarse a Buenos Aires. Para ese momento, el Mocho era un joven adulto que no quería despegarse de su tierra natal. 

- Mi hermano solo estuvo un tiempo con nosotros y se marchó pero aunque nos hayamos separado, siempre nos mantenemos unidos como familia.

Malvina me comentaba que cada año, todos los miembros de las familia Robles se juntan a celebrar. Hermanos, primos, tíos, hijos, nietos. En época festiva, aquel espíritu de la unión que sus padres les han enseñado vuelven a resugir como el ave fénix.

- Es una sensación muy linda cuando estamos todos juntos. A pesar de todo lo que hemos pasado, la unión ha prevalecido con nosotros y eso me llena de satisfacción

Expresaba ella con mucho afecto y cariño mientras me mostraba la foto de su madre.



                                                                                  ****


 La carpeta tenía muchos recortes y fotos de los logros que tuvo Florencio en San Martín, pero no como director técnico de varones, sino de las mujeres.

Bajo su dirección técnica, a lo largo de más de una década, la “Santitas” eran imparables: 35 títulos a nivel provincial (apertura y clausura), campeonas de un Torneo Internacional de fútbol femenino organizado por Belgrano de Córdoba en el 2008. Y , finalmente, tricampeonato de los clubes de AFA en los años 2012, 2013 y 2014. 

- Desde que empecé con este proyecto, traté de poner todo mi conocimiento y humildad en cada uno de los planteles que tuve; siempre inculcando el respeto hacía las rivales.

 Ese sentimiento podría expresarse en cada una de las jugadoras de San Martín que estaban en las fotos, acostumbradas a ganar en aquella época dorada del club. Aquel equipo era imparable de principio a fin. Campeonatos obtenidos sin recibir goles. El equipo era una máquina, era un mecanismo perfecto de juego con cada pieza fundamental y haciendo que todo equipo tucumano en la rama quiera imitar su estilo.

- Defendí el arco por doce años bajo las órdenes del “Mocho”. Él marcó un camino acá en San Martín. Ganó todo con nosotras mientras estuvo en la dirección técnica

Son las palabras de Soledad Miranda Villagra, actual arquera y también una de las referentes históricas del club de La Ciudadela



Foto grupal de San Martín tras consagrarse en el Torneo de Clubes.

 “Color",  como la conocen, tiene 39 años. Desde los cinco, iba a la pileta olímpica de natación. Un tiempo después, su deporte favorito pasó a ser el tenis, disciplina que terminó enseñando antes de cumplir la mayoría de edad. Antes de llegar a la universidad, Soledad empezó a enamorarse de otra disciplina y la más convocada de San Martín: el fútbol.


En mis primeros momentos yo jugaba de delantera, me gustaba. Pero, en aquel entonces, ya estaba
estudiando en la facultad de educación fisica y eso me empezó a distanciar. Faltaba a los entrenamientos
y me tuve que alejar de todo.


Recordaba Soledad mientras contemplaba el terreno de juego donde habitualmente ensaya los entrenamientos el plantel de primera masculino.

A pesar de que su participación en el fútbol fue escasa en aquel entonces, la oportunidad se le abrió nuevamente a aquella joven de cabello rojizo. Un entrenador de aquel entonces, le ofreció a Soledad estar nuevamente en el club pero, en esta ocasión como arquera, puedo que luego mantendría por casi dos décadas.

- Que ironía, empecé como delantera y ahora parece que me voy a retirar defendiendo bajos los tres palosComentaba mientras soltaba una pequeña sonrisa.

Soledad recuerda  que había muchos partidos en el cual no le llegaban ni siquiera un solo tiro al arco. 

- Teníamos una base y un equipo prácticamente invencible

A lo lejos de donde nosotros nos encontrábamos, con Soledad podíamos ver a sus compañeras de todos los días de entrenamiento y una que otra chica nueva, seguramente de las formativas del club. Me señaló que, mientras que Florencio las dirigía, las inculcaba que eran personas antes que jugadoras. Una recomendación digna de admirar. Un mensaje que fomenta el respeto a las demás y que mantiene un grupo sólido. Seguramente, ese fue el lema que hizo historia en el fútbol femenino del santo. 


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En cada tarde que visito la casa de Florencio, él siempre sacaba su carpeta de recuerdos. 

En primer lugar mostraba sus inicios en San Martín. En segundo término, las jugadoras que destacaron bajo su mandato. Tercero, los títulos conseguidos a nivel local y, por último, las consagraciones con la selección provincial.

- Yo vuelvo a decir que las mejores jugadoras que tuve bajo mis filas Siempre fueron Noelia Gramajo y Romina Rodríguez. Ambas siempre tuvieron un nivel excepcional en la cancha.


Romina Rodríguez actualmente tiene 33 años de edad. Juega en San Martín desde que tenía 16 años. Es polifuncional en la cancha: juega de marcadora central,mediocampista, volante, extremo y delantera de área. Una trayectoria bastante extensa y está contenta con todo lo que ha logrado, pero todo agradece a  una sola persona. 


- Yo soy lo que soy, gracias al “Mocho”.  Aprendí a jugar al  fútbol atreves de él. Me dijo muchísimas cosas que me quedarán  grabadas en mí. Es una persona increíble tanto adentro como afuera de la cancha. Siempre fue un padre con nosotros como entrenador

La actividad futbolística de Romina inició en el año 2004. Era una chica tímida pero llena de potencialidad. En aquel entonces, Florencio vio cualidades en ella. Un talento que luego podría expandirse en un futuro. Contaba que inició como delantera porque era muy rápida. Agregó que una vez la pusieron de defensora, una posición opuesta a su función natural de atacar. 

- Es muy difícil encontrar una jugadora con varias posiciones en la cancha. Menos mal que no atajéSonreía mientras señalaba la historia de su compañera "Color".


- Esta camada que tenía Florencio solamente quedamos Soledad, Pilar González, Verónica Gómez y yo. Después la mayoría no están o se fueron a otros clubes

Mientras caminaba en el césped de una de las canchas de entrenamiento que actualmente los chicos de las inferiores de AFA disputan sus partidos, Romina recuerda de sus días bajo la dirección del Mocho a veces una que otra anécdota graciosa se le viene a la mente.

- Más allá de buenos o malos momentos que vivimos entre nosotras siempre fuimos compañeras y amigas, eso es una diferencia que tenemos con los otros equipos una base fundamental Somos todos una unidad las mismas chicas de toda la vida juntas y unidas para siempre

Aseguraba Romina mientras veía el equipo más joven de San Martín, que actualmente milita al ascenso, entrenaba en la última cancha de todas. Entre gritos, risas y goles, la experimentada jugadora sentía que había viajado en el tiempo, cuando apenas era un joven inexperta de 16 años que no sabía que iba a tener un futuro por delante. 



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 En una nueva visita a la casa de la familia Robles, me encuentro en esta ocasión con Claudia, su mujer. En esta ocasión, Florencio no estaba en su casa, se había ido al médico a hacerse un chequeo en la vista. Mientras subíamos por las escaleras que conectaban el garaje con el living, el perro de tamaño pequeño empieza a ladrar por mi presencia.


 Claudia conoció a Florencio gracias a Claudia, otra de las hermanas menores de su marido.

 - Lo conozco a través de un grupo de amigos que teníamos la hermana de él. De ahí, nosotros hablábamos de hockey o fútbol, más del último porque era lo que teníamos en común.

 Claudia siempre le gustó jugar con sus hermanos al fútbol, pero sabía que era imposible practicarlo en otra parte fuera de su hogar porque, en aquel entonces, no había clubes donde se desarrollara la disciplina para las mujeres.

- Como no podía hacer fútbol, empecé a jugar al hockey ya que lo miraba como algo similar.

Florencio y Claudia en la consagración del seleccionado tucumano femenino en el 2018.




 Cuando aquel sueño de jugar a la pelota se había consumado, la utopía de que el fútbol femenino llegara a San Martín finalmente se hizo realidad. En ese momento, Claudia no dudó ningún segundo y  decidió dejar de lado el palo y la bocha del hockey para jugar a su primer amor: el fútbol.


- El día que llegó el fútbol femenino a San Martín deje el palo de hockey de un lado y me incline por la pelota. Es lo que más gustaba. Para ese tiempo ya estaba casada con el Mocho.

Claudia era una de las jugadoras más experimentadas de San Martín llegó a pertenecer a la camada ganadora de las "Santas". Jugaba de defensora y me comentaba que era un muro en la cancha.
 En cada uno de los partidos, Florencio iba a ver a su mujer en cada partido que disputaban. No estaba solo, estaban acompañados por dos de sus hijos: Kevin y Tamara

 - En uno de los partidos que jugué, un amigo en común que teníamos con Florencio se acercó a él y le preguntó si quería dirigir a las mujeres. Lo aceptó sin dudas.

 Mientras Claudia hacía círculos con sus manos, me contaba que el Mocho nunca tuvo complicaciones en los entrenamientos. La experiencia de ex jugador sirvió mucho para acrecentar un fútbol femenino que apenas tenía poco tiempo de circulación como disciplina.

Más allá de que tenían una relación matrimonial extra-futbolística, ella era consciente que su relación dentro de la cancha era jugadora-entrenador. Sus compañeras sabían de ello y no lo cuestionaban.

- Mi marido siempre era un obsesionado con su trabajo. Le gustaba que todo saliera a la perfección. Siempre tomaba las decisiones para el bien del equipo.

Luego de vestir por mucho tiempo del club de sus amores, Claudia se retira en San Martín a los 46 años, convirtiéndose una de las jugadoras más longevas que haya jugado en la liga tucumana.

- Si no fuera por mi edad yo hubiera seguido jugando, la verdad es que el fútbol es mi pasión. Afirmaba la ex defensora que ya jugaban las filiales del segundo equipo antes de su retiro.

En el 2017, luego de tantos títulos obtenidos, le ofrecieron a Florencio a ser entrenador del primer equipo de Juventud Unida de Tafí Viejo. Una oferta que estaba limitada bajo la condición de que renuncie al femenino de San Martín. A pesar de haber aceptado el desafío, sabía que sus ex dirigidas estaría en buenas manos con Claudia, su mujer, como entrenadora.

- Yo sabía que no era él, así que siempre pedía consejos antes de que se vaya a entrenar a los chicos. Se quedaba una o media hora con nosotras y él me enseñaba lo que tenía que hacer antes en los entrenamientos. Fue muy desafiante para mí.

Florencio y Claudia son una pareja inseparable tanto dentro como fuera de la cancha. Dos personas que un deporte en común y han formado un lazo inquebrantable. Siempre compañeros, uno con el otro, siguen presenciando los partidos en nuestra provincia viendo a las mejores jugadoras en acción para la selección tucumana.

- En un rato ya me voy, tengo que buscar a Florencio en el sanatorio.



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Ya habían pasado dos semanas de la última vez que lo había visto Florencio, me acuerdo que sólo se encontraba muy orgulloso de todo lo que había logrado a lo largo de su vida como entrenador. Cuidado, no menospreciando su paso como futbolista.

Igualmente desde lo profundo de mi ser sabía que no iba a encontrar a la misma persona luego de haber sufrido un ataque de nervios y que tuvo que ser intervenido.

Cuando toco la puerta de su casa, me atiende, pero ya no con esa vitalidad que lo caracterizaba. Esta vez, se lo encontraba apagado. 

- Facu, te estaba esperando. Me señala con un suave tono de tranquilidad.
.
Luego de subir la escalera con mucha dificultad, se sentó e inmediatamente se puso las gotas para sus ojos. 

- Perdón no me gusta, no me gusta mucho que me veas así la verdad

Me expresaba con mucha preocupación.


A pesar de no tener las energías de antes, Florencio mantenía todavía la obsesión de mirar los partidos de fútbol, que tanto le gustaba él. No se centraba únicamente en goles, sino también en el sistema de juego.

- ¡Qué golazo marco este chico!. Expresaba con sorpresa. 

Me narra cuando llegó a ser entrenador de San Martín. En ese entonces, su esposa Claudia ya era una jugadora experimentada en el club.

- Luego de mucho tiempo al estar al lado de mi mujer, me ofrecieron el cargo de director técnico. Me gusto la propuesta y se lo he planteado a los directivos del club.Ya estaba acostumbrado a convivir con cinco mujeres. Así que los tratos con las chicas fue algo normal para mí. A muchos entrenadores les cuesta, pero la verdad que para mí fue fácil

Esa fue la clave haber ganado un número importante de títulos Sin embargo a pesar de tener de pasar años un título y otro y otro, Florencio, fiel a su estilo de trabajo siempre pensaba en una nueva estrella.

- Si ganaba el título o no, yo siempre buscaba la manera de superar lo que había hecho en la temporada ya que siempre se podía dar un poquito más.

A pesar de todas las medallas de campeón que tiene guardadas en la cómoda, lo que más le enorgullece es que pudo formar no solo jugadoras sino muy buenas personas.

- Yo siempre estaré agradecido con todas las chicas que tuve, a pesar de todo lo que conseguimos juntos, lo importante fue verlas crecer y hacer lo que cada una le gusta.






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