Heridas de Guerra
Ver morir a un compañero de guerra, que comparten los mismos objetivos es duro, tener que enterrar los cuerpos sin vida, es peor, llenos de sangre, con disparos, algunos degollados, jóvenes de 18 y 19 años que sin experiencia y sin su consentimiento, fueron a pelear por un territorio que siempre fue y será nuestro.
Alguna vez se preguntaron ¿Cómo es el camino de una persona después de haber estado en una guerra? ¿Cómo se puede reinsertar a la sociedad luego de haber vivido muchas experiencias incómodas? Haber tenido que soportar el frío, hambre, no poder ver a sus seres queridos, estar lejos de sus hogares, algunas personas corrieron con la mala suerte de no volver nunca más. Todas estas preguntas tienen sus respuestas.
Alguna vez se preguntaron ¿Cómo es el camino de una persona después de haber estado en una guerra? ¿Cómo se puede reinsertar a la sociedad luego de haber vivido muchas experiencias incómodas? Haber tenido que soportar el frío, hambre, no poder ver a sus seres queridos, estar lejos de sus hogares, algunas personas corrieron con la mala suerte de no volver nunca más. Todas estas preguntas tienen sus respuestas.
En algunos casos hay sobrevivientes que no superaron
lo vivido y deciden no continuar con su vida, por el 2006 el diario la Nación
sacó una noticia hablando del crecimiento de suicidios de estos ex combatientes.
En 1982 se desató la Guerra de Malvinas, donde más
de 23 mil combatientes tuvieron la mala suerte de participar en aquella
batalla, que desde cualquier perspectiva ya se sabía que no se iba a conseguir
la victoria, dejando un saldo de 649 personas fallecidas y 1082 resultaron
heridas.
Una de esas personas que estuvo presente en ese
último combate, fue Ricardo Rodríguez oriundo de Lastenia, localidad ubicada al
este de la provincia de Tucumán. Un hombre que actualmente tiene 57 años, tiene
4 hijos (Silvio, Gonzalo, Cristian y Fabricio) y vive con su esposa Mónica
Valdez en la misma ciudad en la que nació.
La primera vez que lo vi fue en el acto de
conmemoración del 2 de Abril en la Escuela de Luis Pasteur, ubicada en Pozo del Alto, en esa oportunidad se recordaba lo sucedido hace 37 años atrás, vestía de
camisa blanca, jean y chaleco azul oscuro con 2 insignias del Ejército
Argentino acompañando la Bandera de Ceremonia de dicho establecimiento.
Ricardo Rodríguez dando la apertura del Acto del 2 de Abril |
***
Corría el año 1971, el asistía a la escuela Juan B. Terán de Lastenia, donde se encontraba cursando el cuarto año de primaria, a la
edad de 9 años, su maestra, que por ese entonces recuerda que se utilizaba el
libro Kapelusz, que argentino no habrá tenido este libro en sus manos, ese
manual fue y será un clásico de nuestra educación.
La docente se encontraba dictando el tema de
Malvinas. Durante el transcurso de la clase, dijo que el territorio argentino
estaba ocupado por ingleses, realidad sí. Pero no aclaró que estas islas habían
sido usurpadas por el Reino Unido en 1833.
Cuando terminó la jornada, Rodríguez volvió a la
casa de su tía, ya que sus padres vivían en Buenos Aires, por cuestiones
laborales. En 1966 el presidente Juan Carlos Onganía declaró el cierre de
trece ingenios azucareros, dejando un saldo de 50.000 desocupados y provocando
la migración de más de 2.000.000 de tucumanos.
Una de esas personas fue el padre de Ricardo, que
tenía el mismo nombre de su hijo, trabajó en el Ingenio Lastenia desde los
14 y luego de 3 años de la clausura de la fábrica, emigró junto a su
esposa Yolanda la ciudad de Tigre, provincia de Buenos Aires.
Por obvias razones querían llevarse a su único hijo
con ellos, pero él se negó ya que tenía a su grupo de amigos, le gustaba el
lugar donde vivía, no se sentía listo para un gran cambio en su vida.
La situación se tornó de un sabor agridulce, por un
lado esta pareja estaría lejos de su único hijo, pero por el otro, se
encontraba la felicidad ya que lo que les importaba era el bienestar del
mismo.
La enseñanza de aquella clase le despertó curiosidad,
que terminó siendo más grande que la de una casa, en ese momento le dijo a su
tía “- yo algún día las iré a recuperar”.
Una Frase dicha por un niño de nueve años que se encontraba viviendo con su tía, lejos de sus padres, lleno de inocencia, a esa edad decimos muchas cosas de grandes, sin imaginar lo que nos puede llegar a suceder. Nunca se imaginó lo que iba a vivir en su etapa de joven adulto.
Una Frase dicha por un niño de nueve años que se encontraba viviendo con su tía, lejos de sus padres, lleno de inocencia, a esa edad decimos muchas cosas de grandes, sin imaginar lo que nos puede llegar a suceder. Nunca se imaginó lo que iba a vivir en su etapa de joven adulto.
Esa frase fue el puntapié inicial para que me
comenzará a contar lo que vivió, mientras tomaba una Pepsi con mucho hielo, el
calor sofocante se hacía presente con 35 grados, se estaba poniendo el sol, pero
pareciera que estábamos en pleno día.
***
Diez años después, luego de realizar todos los
trámites correspondientes, con 19 años, el 25 de abril de 1982 desembarcó en
Malvinas, no sin antes de zarpar tuvo una conmovedora despedida con su padre.
Se encontraba en la base del Ejército en la Ciudad
de la Plata, los despertaron como era de costumbre a las 6:00, con muy poco
tiempo para asearse y desayunar, ese día se les revelaría la verdad.
Tanto Ricardo como sus compañeros tenían ese presentimiento
que iban a zarpar hacia Malvinas, las sospechas se hicieron más grandes cuando
en el comedor un cabo les comunicó que no se iba a realizar el izamiento a la
bandera. Rutina que se realizaba todas las mañanas para honrar nuestro símbolo
patrio.
-
Van a entrar a la cuadra y preparen toda
su ropa. Le dijo uno de sus superiores, que estaba a cargo de ellos.
-
Si les falta algo, hablen con el cabo Cuarta y el pañolero.
El cabo Cuarta empezó a repartir las mochilas y todos
los presentes empezaron con el armado, tomando todo lo que fuera necesario,
también les exigieron que se saquen la ropa de fajina y se vistan con prendas
camufladas: remera verde, chaqueta, pantalón, birrete, correaje y botas.
A la hora de describirme el uniforme resaltó que el
Ejército Argentino tiene el mejor equipamiento. “a nosotros nos decían carne de cañón, porque somos los que vamos
adelante”.
Una vez que tenían todo el equipamiento fueron
enviados a la plaza de armas, lo más rápido posible. A la hora de entrar, los
fusiles estaban a disposición y a medida que iban pasando se les iba entregando
las armas, con 4 cargadores 2 granadas, gasas para las heridas, caramariola
(recipiente para el agua).
Después de haber recibido todo el armamento, fueron
enviados a la cuadra para sacar lo que previamente habían preparado, con fusil
en mano, 2 mochilas una adelante y otra atrás, más sus pertenencias que estaban
en un bolso y sin contar el peso de las botas que tenía puesta en ese momento,
para cualquier persona que no estuviera entrenada sería muy difícil moverse.
Pero la situación lo demanda, es la guerra, un
momento donde las personas tienen que arriesgar su vida, estar lejos de sus
seres queridos, vivir momentos muy incómodos, hasta dejar la vida por su país.
-
“¿A dónde vamos?” le preguntó Ricardo a
uno de los cabos.
-
“No le puedo dar información” le
respondió
Las sospechas se estaban convirtiendo en realidad,
el destino era Malvinas. Cuando estaban por subirse al barco, se hizo presente
su papá que viajó desde Pacheco, hasta La Plata. El cabo segundo Carlos Ibáñez
mandó a llamar a Rodríguez para que fuera a la guardia. Le dejó todo su equipo
a uno de sus compañeros y fue rápidamente a donde lo habían solicitado, sin
saber lo que le esperaba.
Ya que en ningún momento se le informó con quien se
iba a encontrar. Cuando apenas llegó, fue algo muy especial para ambos, su papá
que en ese momento estaba trabajando en la fábrica de helados Frigor, logró
conseguir permiso para ir a ver a su hijo.
La manera de cómo su padre se enteró dónde estaba, lo
recuerda como si le hubiera vivido ayer. Antes eran pocas las personas que se
podían comunicar vía teléfono, justo a la par de la base se encontraba una
central telefónica donde se registraban todas las llamadas.
El dueño de ese edificio pertenecía al gremio UOYEP
(Unión Obreros y Empleados Plásticos) se comunicaba con diferentes personas,
que a su vez hacían lo mismo con otras, así de manera continua hasta que dieron
con el padre de Ricardo. Uno piensa que el mundo es grande, pero en una
situación así termina siendo más chico de lo que parece.
Su padre era una persona de muy pocas palabras, no
era de mostrar mucho afecto, solamente lo veía en las vacaciones de verano
cuando le tocaba visitarlos y era poco el tiempo que compartían juntos ya que su
trabajo le demandaba mucho tiempo en esa temporada del año.
Ese momento padre e hijo lo recuerda con mucho
cariño, sin saber de lo que le esperaba, con la incógnita si iba a volver a ver
a su familia, pero más allá de eso estaba seguro que su padre estaba orgulloso
de él.
El abrazo que le dio jamás lo olvidará, su papá se
sentía muy preocupado por el contexto que se estaba presentando, la intriga por
saber a dónde estaba por ir su único hijo varón.
-
“¿A dónde vas?” Le preguntó
-
“No sé papá”
-
“¿Te vas a Malvinas?”
-
“Si te digo te miento, pero tranquilo a
donde vaya, yo como sea voy a volver”.
El poco tiempo que le habían dado para que viera a
su papá se estaba terminado, se despidieron dejándole ese mensaje optimista de
que iba a volver. Le pidió algo de
plata, ya que no contaba con dinero y le dio $10. En la primera parada en
camino hacia su destino compró 4 paquetes de cigarrillos Imparciales, 1 bote de
dulce de leche y 3 paquetes de galletas saladas. A diferencia de sus compañeros
que se compraban más cosas para poder zarpar, como lo es comida, provisiones
etc.
Nunca se le pasó por su cabeza no volver, aquella
frase que le dijo a su tía Norma, le daba esperanza de volver victorioso,
recuperando el territorio que nos había usurpado Inglaterra.
Saliendo del bar ubicado en las calles 25 de Mayo y
Santiago se despidió y me dijo que nos veríamos en otro momento. Antes de
despedirse me comentó que siempre hay que tener fe, que es la clave en la vida
para que te vaya bien. -“Yo todo le debo a Dios, yo estoy aquí presente gracias
a él”.
***
Nos volveríamos a encontrar en la Escuela Luis
Pasteur, un día soleado, poco calor a comparación de las anteriores veces en
las que nos reunimos, los chicos estaban llegando acompañado de sus padres, las
maestras conversaban con la directora, la kiosquera que les vende golosinas a
los niños estaba demorada y la impaciencia de algunos chicos se estaba haciendo
presente.
Al llegar al establecimiento se encontraba junto a su
esposa Mónica, que previamente fueron a dejarlos a sus hijos al colegio,
mientras su señora charlaba con otras maestras, él me comentaba sobre su nuevo
proyecto como vicepresidente de la cooperadora y que junto a otros 6 ex
combatientes son padrinos de la escuela, con la colaboración de las personas
antes mencionadas tienen pensado mejorar el establecimiento.
Mientras charlábamos me mostraba los trabajos que
tenía en exposición el menor de sus hijos, cuando no está trabajando con la
remodelación de su casa siempre los ayuda con las tareas escolares, a veces en
la parte de dibujos y mayormente en matemáticas.
Todas las mañanas en la formación de la escuela, se
realiza una oración a la Virgen María, algo que ya se hizo costumbre, momentos
después empezó el izamiento a la bandera y la mayoría de los presentes
empezamos a ver el símbolo patrio, a excepción de algunos niños que seguían
conversando en la fila, nunca falta el chico que está allí sin dejar de
conversar.
Una vez terminando la oración hacía el símbolo
patrio la directora dio un par de anuncios, algo común como todas las mañanas
antes de iniciar la jornada y se la veía algo enojada, porque se enteró que
alumnos de quinto grado estaban jugando con una honda. Después de los anuncios,
Ricardo se fue a charlar con la directora, por sus nuevos proyectos, quedamos
en vernos otro día. En un momento Mónica me
contó cómo se había conocido con su actual marido.
***
En el año 2000 con 27 años, ya se había recibido de
la carrera de Profesora Para la Enseñanza Primaria y empezó a estudiar profesorado
de geografía en el Instituto Lola Mora.
En su grupo de compañeras se encontraba la hermana
de Ricardo, que con el pasar del tiempo se hicieron amigas, cuando llegó el
cumpleaños de su amiga en el mes de septiembre, le presentó a su hermano, esa
noche fue el inicio de una relación que perduraría hasta el día de la fecha. Charlaron,
bailaron, compartieron un buen momento en el día especial de su futura cuñada.
Al mes siguiente empezaron a ser novios, desde un
principio ambos querían encaminar una relación seria. En el comienzo de esta
nueva relación, su familia no lo aceptaba como su nueva pareja, por la
diferencia de edad, once años son los su marido le lleva, otro de
los motivos por los cuales no era aceptado era por ser divorciado y tener un
hijo. Las tensiones entre familias estaban, pero como se dice el tiempo cura
todo, con el pasar del mismo empezaron a aceptar a Ricardo en su familia.
Luego de 4 años de noviazgo se casaron. En el
transcurso de su relación, Mónica al principio tuvo curiosidad por lo que había
vivido su marido en la guerra y nunca le molestó en contarle de manera
detallada lo que había vivido.
Cuando empezó a ejercer su profesión, lo llevaba con
ella a los actos del 2 de Abril, en los diferentes establecimientos que
trabajaba. Para que contará lo que había vivido en el campo de batalla, sin
problemas, como si fuera un libro abierto.
En un momento me contó que por el 2010, su marido
empezó a tener miedo a salir de su hogar, ese mismo año había nacido su hijo
más chico Fabricio, tenía una sensación de no poder verlo crecer por su edad. Deduciendo
lo que le estaba pasando era causado por su pasado en Malvinas, de modo que se
trató de manera psicológica y con el tiempo se fue recuperando. Me dijo que tenía que volver a su trabajo y que continuaríamos lo más pronto posible, antes de eso le pregunte, si asistían mucho a la iglesia, por la frase " -“Yo todo le debo a Dios...". Con lo cual me contestó que si, son de asistir a la capilla Nuestra Señora del Valle,
ubicada en la primera cuadra de la calle Tornquist, los días domingo por la
mañana.
Es lunes por la tarde, Ricardo se encuentra en el
living de su domicilio explicándole matemáticas a su segundo hijo, Gonzalo. Una
vez que terminará de explicarle el tema de ejercicios combinados, continuamos
nosotros.
***
La llegada a su destino era La Isla de Borbón,
ubicada a cinco kilómetros al norte de la costa de las Islas Malvinas. El grupo
al que pertenecía era el batallón de infantería tres que estaba compuesto por
120 soldados.
Primer día de haber llegado a su destino y le tocaba
su primera guardia, en un lugar que lo llamaban la tranquera a las 16:00, "-imagínente las bajas temperaturas a esa altura del año con lo único que nos podiamos abrigar en con poncho de agua" un tipo de campera impermeable que no era muy abrigada,
algo muy fino.
No había ningún horario fijo para realizar este tipo
de trabajos, pasaron 3 horas y ya se hizo de noche, en ese lugar anochecía a
las 19:00 y amanecía a las 9:00. En medio de la oscuridad, no veía
absolutamente nada, hasta que empezó el bombardeo aéreo de los enemigos, veía como
caían bombas a su alrededor y empezó el nerviosísimo, para el colmo se
encontraba incomunicado ya que no contaba con una radio.
Sin poder ver nada ese momento se complicó aún más, mientras
caminaba calló en un hoyo que tenía aproximadamente 2 metros de profundidad,
una situación que se tornó desesperante, ya que hizo el intento de saltar pero
no lograba llegar, se trepaba por momentos, pero sus manos se resbalaban porque
había mucho barro.
Trató de tranquilizarse e idear alguna forma de
poder salir de ese lugar, con todas las dificultades antes mencionadas, en
medio de la oscuridad, incomunicado y sin nadie que pudiera escucharlo por los
bombardeos que cada vez hacían más fuertes.
Para salir de ahí dio vuelta su arma y lo clavó en
el hoyo, pisando la culata del fusil logró la altura suficiente para poder
treparse y salir. Su despreocupación duró solamente un mísero momento, ya que
el fusil se había llenado de barro, por lo que se encontraba desarmando.
En medio de la oscuridad no recordaba donde había
dejado su único abrigo que era el poncho, estuvo muy atento para poder
buscarlo, hasta que lo encontró en una piedra que estaba a pocos metros donde
se había caído.
Pasó su primera noche, recién a las 9:30 le enviaron
su reemplazo, sin haber comido nada durante toda la noche, se dirigió a donde
estaban sus compañeros para poder desayunar. Ya con la luz del día desarmó el
fusil, para poder sacarle todo el barro que le había entrado en la noche.
Las guardias fueron cambiando, ahora se hacían con 4
soldados, estaban encargados de vigilar la llegada de los aviones enemigos y así poder avisar a sus demás compañeros, para salir al ataque. A la hora de
tener que desayunar o almorzar se dividían, dos se quedaban vigilando y los
restantes aprovechaban el tiempo para poder consumir algo.
Se les estregó una caja 20x10 centímetros, que se le
conoce como ración de combate que contenía: un calentador de lata, dos pastillas
de alcohol, una pequeña caja que contenía cuatro fósforos, dos paquetes de
galletas chicos, dos paquetes chicos de mermelada y una lata de albóndigas en
salsa.
Para poder calentar la comida enlatada, tenían que
hacerlo de manera muy cuidadosa, armaban el calentador, lo prendían con la
pastilla de alcohol, todo esto se hacía tapado con alguna frazada que tenían a
mano. No se tenía que ver ninguna luz, ya que podía ser detectado por las
fuerzas enemigos.
Dándome el ejemplo de la luz de un cigarrillo, esa pequeña luz cuando se enciende se puede ver hasta a 4 kilómetros de distancia con los equipos necesarios. A veces esta comida ni la calentaban para evitar el riego de ser descubiertos o hasta quemarse a ellos mismos.
Había veces que ni comían, su almuerzo era un plato de guiso y pan mignon, obviamente no saciaba el hambre, pero les daba un poco de energía para poder estar en el campo de batalla. Menciona también que fue a la guerra con 65 kilos y volvió con 47.
Las guardias y las tareas a realizar iban cambiando a medida que la situación lo demandaba como las de rescate de pilotos, enviar información de búsqueda, todo dependiendo del ataque enemigo, que mayormente lo hacían de noche y de manera aérea.
La noche del 15 de mayo, los ingleses descubren la ubicación de los aviones de los soldados argentinos, aprovechando la oscuridad, su equipo de rastreo y el armamento que eran mucho más avanzado que el de nuestros soldados. El bombardeo empezó y se llevó consigo a muchos jóvenes de poca experiencia en el campo de batalla.
¿Cuántas veces nos contaron que en esta guerra parecía que nuestros soldados se defendían con arco y flecha a comparación de las armas que tenía el enemigo? Miles de veces, porque fue así la diferencia en cuanto equipo y preparación de soldados era muy notoria, jóvenes de 18 y 19 años fueron a dar la vida por la patria.
El 12 de julio zarparon a territorio argentino, Puerto Madryn para ser más especifico, a la hora de bajarse del barco se encontraban el personal de la Cruz Roja, un hombre estaba sentado en una mesa de 2 metros, con una planilla con todos los datos de los combatientes, que tenían que firmar su liberad, esta planilla contenía sus nombres, edad, fecha de nacimiento, número de documento, estudios cursados.
"En caso de que vuelva a participar en una guerra, dentro de los próximos diez años y es tomado prisionero, se le dará la pena de muerte". Ese fue el comunicado que le dio el plantillero, que después le dijo que le correspondía el pago de 7 libras por haber estado prisionero un total de 30 días.
Un colectivo los estaba esperando para trasladarlos al Batallón de Infantería N°4, los habitantes de la ciudad empezaron a aparecer a los alrededores, fueron a recibir a estos combatientes que fueron a pelear en la guerra, los recibieron como si la Selección Argentina, habría salido campeón del mundo, llenos de orgullo, llorando de la felicidad, al verlos vivos.
Al principio devolvían el cariño de la gente, saludándolos, pero después sus superiores les ordenaron que cierren las cortinas del colectivo, para que no vean en el estado deplorable en el que se encontraban. - "hasta el día hoy lamento haber tenido que obedecer esa orden". Sus superiores no querían que hablen acerca de lo vivido, ni si quiera ver como se encontraban físicamente.
Cuando llegaron a su destino les entregó una caja llena de ropa del ejercito, entre las prendas había remeras, pantalones, camperas. Al mediodía luego de almorzar fueron trasladados al aeropuerto de Chubut, para que posteriormente aterrizaran en Buenos Aires.
Al llegar al Palomar, las autoridades se hacían presentes para realizar un acto de bienvenida que duró aproximadamente 3 horas. Una vez finalizada la celebración, a las 19 fueron llevados, al mismo lugar que habían zarpado hacía la guerra hace 104 días atrás. Donde estaban presente todos los familiares,de los combatientes, entre ellos encontraban los padres de Ricardo acompañados de su hermana Miriam de 2 años.
Un recuerdo que lo tiene grabado, fue cuando su pequeña hermana salió corriendo a darle un abrazo, a pesar del poco tiempo que pasaban juntos, esta nena logró reconocerlo, Rodríguez esa noche logró conseguir permiso para poder salir a comer con su familia, con la condición de volver al día siguiente a las 7:00.
Ya al estar adentro del batallón el trato era diferente, la rutina que tenían, los horarios a cumplir, los entrenamientos antes de la guerra ya no eran lo mismo que antes, las exigencias ya no estaban y el trato no era estricto, claro todo esto fue por haber estado en el campo de batalla.
Un mes después obtuvo licencia por 40 días, los cuales aprovechó para visitar a sus padres en Pacheco y volver a Tucumán para visitar a su tía y a su abuela con la que pasó gran vivió gran parte de su vida, vestido de uniforme del ejército emprendió la vuelta a su hogar. Al llegar a Lastenia, los vecinos lo vieron y empezó a correr el mensaje que había vuelto de la guerra.
Recibió el afecto de todos, algunos le preguntaron por lo que había vivido, pero no obtuvieron respuestas, por lo que no se sentía listo para hablar. Cuando sus familiares lo vieron rompieron en llanto por haberles dado una hermosa sorpresa con su visita inesperada.
Terminó siendo de esa manera, a las 17:00 salió de la base en la que estuvo internado un año, sin contar el tiempo que estuvo en la batalla, con una mezcla de sentimientos, alegría por poder volver a hacer su vida, tristeza por algunos compañeros que perdieron la vida, pero al fin y al cabo lo que más le importaba era estar vivo y poder sanar esas heridas que le dejó aquella experiencia vivida.
Dándome el ejemplo de la luz de un cigarrillo, esa pequeña luz cuando se enciende se puede ver hasta a 4 kilómetros de distancia con los equipos necesarios. A veces esta comida ni la calentaban para evitar el riego de ser descubiertos o hasta quemarse a ellos mismos.
Había veces que ni comían, su almuerzo era un plato de guiso y pan mignon, obviamente no saciaba el hambre, pero les daba un poco de energía para poder estar en el campo de batalla. Menciona también que fue a la guerra con 65 kilos y volvió con 47.
Las guardias y las tareas a realizar iban cambiando a medida que la situación lo demandaba como las de rescate de pilotos, enviar información de búsqueda, todo dependiendo del ataque enemigo, que mayormente lo hacían de noche y de manera aérea.
La noche del 15 de mayo, los ingleses descubren la ubicación de los aviones de los soldados argentinos, aprovechando la oscuridad, su equipo de rastreo y el armamento que eran mucho más avanzado que el de nuestros soldados. El bombardeo empezó y se llevó consigo a muchos jóvenes de poca experiencia en el campo de batalla.
¿Cuántas veces nos contaron que en esta guerra parecía que nuestros soldados se defendían con arco y flecha a comparación de las armas que tenía el enemigo? Miles de veces, porque fue así la diferencia en cuanto equipo y preparación de soldados era muy notoria, jóvenes de 18 y 19 años fueron a dar la vida por la patria.
A pesar de que Rodríguez vivió tantas
experiencias horribles como ver morir a sus compañeros de batalla o estar
herido en algunas ocasiones. Tiene una anécdota bastante particular, cerca de
donde estaban cumpliendo con su labor de hacer de guardia, encontraron un lugar
donde el enemigo guardaba provisiones, una noche decidieron infiltrarse y sustraer
parte de estas reservas, donde encontrar comida enlatada, té y cigarrillos.
Gran parte de la comida fue guardada en
las cajas vacías de las municiones de cañón, que se guardaban en un muelle
ubicado a 1 km de donde se encontraban cumpliendo con sus labores.
El 14 de junio la comandancia argentina firmó
la rendición, algo de que no estaba enterado el oriundo de Lastenia, ese día
las fuerzas áreas de los ingleses rodeaban toda la isla, él pensó que se trataba
de un ataque, en plena luz del día y empezó a disparar contra el enemigo. Hasta
que un cabo le comunicó que ya se habían rendido y que vinieron a
llevarse a todos los soldados argentinos. Mientras los enemigos bajaban de los
aviones, los jóvenes empezaron a formar y dejar sus armas y el casco en el piso.
***
Un momento que recuerda con mucha bronca,
tristeza, la misma expresión de su cara hacía que el ambiente se sintiera como
aquel día del 12 de junio de 1982. Quedé en volver al día siguiente, ya que
tenía que seguir enseñándole a su hijo matemáticas, ahora le tocaba el tema de
ecuaciones.
Al día siguiente cuando me tocó volver, al
llegar me había encontrado con toda su familia, su hijo mayor merendaba, los demás
hijos estaban jugando en la computadora, su señora corregía las últimas pruebas
de sus alumnos en el cierre del ciclo lectivo. Al haber mucho ruido adentro de
su casa, fuimos afuera, donde había una
mesa con un par de sillas.
***
Todos los soldados fueron trasladados a
uno de los campo de prisioneros ubicado en la Bahía Ajax dentro del Estrecho de
San Carlos, antes que fueran encerrados, se asearon al aire libre, con
agua caliente, sumado a las bajas temperaturas y con poco tiempo para hacerse
una limpieza con solo agua.
Al estar prisionero en mano de los
ingleses en un campo cubierto por alambrado, con vigilancia las 24 horas. Hubo un momento que ha marcado
la vida de Ricardo, fue cuando dieron la orden de enterrar los cuerpos de los soldados muertos, tener que cargar y luego enterrar a sus compañeros fue algo que
hasta el día de hoy recuerda de manera muy detallada, para colmo al estar en una isla les costaba enterrarlos, por la gran cantidad de agua que había debajo.
Fueron 14 los días en los que estuvo encerrado en San Carlos, luego fueron 16 en los que estuvo en un buque que los trasladaría a puerto argentino, fue un momento que podría decirse que se sintió más cómodo, ya no pasaba hambre, tenía las 3 comidas del día, desayuno, almuerzo y cena, podía higienizarse y solamente tenía que cumplir con tareas de limpieza. Califica a su estancia en el buque como un hotel 4 estrellas.
El 12 de julio zarparon a territorio argentino, Puerto Madryn para ser más especifico, a la hora de bajarse del barco se encontraban el personal de la Cruz Roja, un hombre estaba sentado en una mesa de 2 metros, con una planilla con todos los datos de los combatientes, que tenían que firmar su liberad, esta planilla contenía sus nombres, edad, fecha de nacimiento, número de documento, estudios cursados.
"En caso de que vuelva a participar en una guerra, dentro de los próximos diez años y es tomado prisionero, se le dará la pena de muerte". Ese fue el comunicado que le dio el plantillero, que después le dijo que le correspondía el pago de 7 libras por haber estado prisionero un total de 30 días.
Un colectivo los estaba esperando para trasladarlos al Batallón de Infantería N°4, los habitantes de la ciudad empezaron a aparecer a los alrededores, fueron a recibir a estos combatientes que fueron a pelear en la guerra, los recibieron como si la Selección Argentina, habría salido campeón del mundo, llenos de orgullo, llorando de la felicidad, al verlos vivos.
Al principio devolvían el cariño de la gente, saludándolos, pero después sus superiores les ordenaron que cierren las cortinas del colectivo, para que no vean en el estado deplorable en el que se encontraban. - "hasta el día hoy lamento haber tenido que obedecer esa orden". Sus superiores no querían que hablen acerca de lo vivido, ni si quiera ver como se encontraban físicamente.
Cuando llegaron a su destino les entregó una caja llena de ropa del ejercito, entre las prendas había remeras, pantalones, camperas. Al mediodía luego de almorzar fueron trasladados al aeropuerto de Chubut, para que posteriormente aterrizaran en Buenos Aires.
Al llegar al Palomar, las autoridades se hacían presentes para realizar un acto de bienvenida que duró aproximadamente 3 horas. Una vez finalizada la celebración, a las 19 fueron llevados, al mismo lugar que habían zarpado hacía la guerra hace 104 días atrás. Donde estaban presente todos los familiares,de los combatientes, entre ellos encontraban los padres de Ricardo acompañados de su hermana Miriam de 2 años.
Un recuerdo que lo tiene grabado, fue cuando su pequeña hermana salió corriendo a darle un abrazo, a pesar del poco tiempo que pasaban juntos, esta nena logró reconocerlo, Rodríguez esa noche logró conseguir permiso para poder salir a comer con su familia, con la condición de volver al día siguiente a las 7:00.
Ya al estar adentro del batallón el trato era diferente, la rutina que tenían, los horarios a cumplir, los entrenamientos antes de la guerra ya no eran lo mismo que antes, las exigencias ya no estaban y el trato no era estricto, claro todo esto fue por haber estado en el campo de batalla.
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El día que volvió a casa |
Recibió el afecto de todos, algunos le preguntaron por lo que había vivido, pero no obtuvieron respuestas, por lo que no se sentía listo para hablar. Cuando sus familiares lo vieron rompieron en llanto por haberles dado una hermosa sorpresa con su visita inesperada.
***
Cuando le tocó volver a Buenos Aires estuvo en el batallón hasta el 23 de marzo de 1983, fecha la cual recuerda con muchos detalles, ya que días previos había rumores de que todos los soldados de Malvinas podrían regresar a sus respectivos hogares.Terminó siendo de esa manera, a las 17:00 salió de la base en la que estuvo internado un año, sin contar el tiempo que estuvo en la batalla, con una mezcla de sentimientos, alegría por poder volver a hacer su vida, tristeza por algunos compañeros que perdieron la vida, pero al fin y al cabo lo que más le importaba era estar vivo y poder sanar esas heridas que le dejó aquella experiencia vivida.
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