" Soy un deportista normal que solo le dedicó toda su vida al básquet "

 La chicharra marcaba el final del partido y una de las alegrías más grandes de su vida.
Estudiantes se coronaba campeón del torneo local apertura “Alberto Núñez” y con ese título lograba el doble festejo, ya que unas semanas antes, se habían consagrado como el mejor en el del Campeonato Argentino de clubes del NOA.
Todo era alegría para el equipo y màs para èl que solo sentía emociones satisfactorias al saber que estaba cumpliendo con el equipo y su objetivo principal que se había planteado a comienzo del torneo.
Por su cabeza solo pasaban cosas buenas. Estar disfrutando de lo que más le gusta hacer y mucho mas contento estaba porque sabia que su madre y su abuelo estaban presente en el estadio presenciando el partido, eso le daba mucha mas satisfacción el saber que había gente que quiere ahí acompañándolo.

Al terminar el partido no solo corrió a abrazar a sus compañeros y festejar, entre tanta gente buscaba a sus seres queridos y el encuentro solo fue felicidad. besos de parte de su abuelo y abrazos de parte de mamá. Uno que otro amigo de otros clubes se acercaron a felicitarlo, no le faltaba nada más, era todo lo que necesitaba.



Matías Javier Palacio, nació un 24 de abril del año 1993 en la provincia de Salta, capital.
Vivió hasta hace dos años en el Barrio Campo Casero, un barrio bastante humilde donde compartieron muchas cosas, con familia y amigos, donde Matias se crió, iba a la escuela y aprendió a jugar al básquet. Hoy en día Matias vive en el albergue del club de la Monteagudo.
La casa de su familia hoy queda en el Barrio 20 de Febrero y cada vez que puede viaja a visitarlos y reencontrarse con sus viejas amistades.
Empezó a jugar al básquet a los 7 años de edad hasta los 13 en el club San Martín de Salta. donde jugaban sus abuelos, su mamá y su tía.

Verónica Bazán es madre de Matias, tiene 42 años, comenzó a jugar al básquet junto a su hermana desde los 8 años porque los veía jugar a sus padresasegura que su hijo comenzó a jugar por instinto, ya lo llevaba en las venas. En su casa todo giraba alrededor de la disciplina en las que todos se destacaban.
A los 14 años, Matías arrancó a jugar en un club de su tierra natal llamado “9 de Julio
Allí pudo desenvolverse como jugador y tuvo que esforzarse mucho mas para poder demostrarle a un entrenador que había ido desde Buenos Aires a buscar talentos para llevarlos a jugar a un club que quedaba de donde venía.

A los 17 años tuvo que tomar la responsabilidad donde por primera vez viajó a otro lado sin su madre. Fue un paso importante en su vida para el crecimiento como persona y jugador. 
Fue un  viaje donde aprendió a valerse por si mismo y comprender que ya era tiempo de comportarse con madurez.
Fue muy duro dejar a Verónica por estar tan acostumbrado a que ella siempre viaje a todos lados para acompañar pero ella también sabía que el día llegaría y pasarían estas cosas.

Aquel niño dejó los brazos de su mamá para apostar al deporte que lo apasionaba.
 Con el corazón contento pero a la vez triste, tuvo que alejarse de su casa para perseguir sus sueños.
Su destino era Buenos Aires, donde jugaría en el Club San Lorenzo de Chivilcoy; donde por cuestiones personales tuvo que volver ya que había sufrido un accidente dentro de la cancha  daños físicos.
Le costó adaptarse en un lugar desconocido para el. El saber que su madre no se encontraba ahi, la soledad y aquel niño que todavía llevaba adentro se apoderaron de el, no sabía cómo encarar la situación, hasta que una mañana se levantó decidido a cambiar de actitud y solo pensar en su objetivo, afrontar la responsabilidad y solo tener en mente jugar al deporte que tanto le hace bien, pero pasaba ni un día sin hablar con su mamá, el sentimiento de extrañar era mutuo pero más para ella porque su chiquito había salido de casa por primera vez sin la compañía de ella.
Matías asegura que eso fue lo más fuerte que vivió, la distancia hizo que se hiciera fuerte y que creyera en él mismo.

 Tiempo después viajo a Jujuy, más precisamente al Club Talleres de Perico en el año 2013 mismo club que ascendió al Torneo Federal de Básquetbol.
 Juan Manuel Albertini, nacido en la provincia vecina de Jujuy, es actualmente jugador de Central Córdoba y La Fusión UniónAbasto compartió plantel aquel año donde juntos levantaron la Copa.
Fue entonces donde comenzó su relacionados, lo describe con cariño, con sonrisas y uno que otro recuerdo, asegura que es un gran amigo y un buen jugador.


También compartió cancha en el Club de la Plazoleta, Asociación Mitre donde su relación de compañeros se convirtió en amistad.

-“ Me ayudó mucho en mí crecimiento como jugador, estuvo en dos etapas importantes y siempre ayudando”-.
Picu como es conocido, en posición tímido, le brillaban los ojos y sonreía mientras hablaba del Hermano que le regaló el Básquet
Sonrojado por tantas preguntas sobre él, asegura que Matías es un buen jugador pero lo que más destaca que es un amigo de fierro, con el que se puede contar tanto en las malas como en las buenas.
Aunque hay veces en el que Matías se siente más desanimado que los demás, siempre encuentra algo para sacarle carcajadas a los demás.
Son de esos pocos amigos, de esas pocas personas que ya no quedan. Van pasando los años y la amistad sigue creciendo.
El Rastas como es apodado por sus amigos y por el cuál se hizo conocido; pasó por distintos clubes como: Cabral, El Tribuno de Salta, en Jujuy y su provincia.

Hasta que un día llegó al Club Tucumán BB y al año siguiente se pasó al clásico barrial, Mitre. A los 25 años se mudó al Club Independiente y luego al club donde pertenece hoy en día y tiene un buen presente “La Cebra”.


Mati se siente un deportista normal que sólo le dedicó toda su vida al básquet y a construir amistades a donde le tocaba estar.
Aunque la vida algunas veces te golpea duro, te quita amigos, familia, gente que te hace bien y que no pensas jamás en perderla.
Siempre la luchó desde abajo, aguantando criticas por su apariencia.
Hay un dilema que dice: 1 hora de básquet, un chico menos en la calle. 
Sin embargo las mañas no se van más, Matías no se siente un adicto, solo que cuando siente angustia, se siente estresado, extraña a su gente, en algunas de esas situaciones se fuma un porro, todos los que lo conocen saben que siempre lo hizo. 
Asegura que siempre escucha el consejo de alguien cercano, sabe que esa persona lo dice porque lo aprecia. 
Trata de dejarlo, en algún momento lo dejó, volvió a caer, pero a pesar de toda esa porqueria, como lo dice, siempre trata de dar lo mejor y tal vez llegará el tiempo en el que decida dejarse ayudar, ayudarse y poder estar limpio, pero por el momento solo quiere disfrutar su libertad.
Le tocó irse de su casa a muy temprana edad para poder hacer lo que más le gustaba.
Y hasta el momento no volvió a pisar ningún club salteño.
Cuando llegó a la provincia, el primer año le costó adaptarse, fue raro porque como todo nuevito no conocía nada ni a nadie.
Pero al pasar los días y los años con paciencia y buena onda pudo resolverlo.

Su primer amigo aquí fue “El Gato Martín”.
A través de mensajes, pudo contactar con Matias, para salir a caminar, sentarse en la vereda y ponerse a charlar. Luciano no quería que se sintiera solo aparte de que ya vivía solo en el albergue de Tucumán BB.

-"Siempre le agradezco cada vez que lo veo por el apoyo que me brindaba, y con él salir campeón en el torneo local"-.

Luciano y Matias desde que se conocieron se hicieron muy unidos y cada vez que se encuentran en algún lugar, lo hacen con abrazos y sonrisas.
La primera vez que hablaron, no sabía que su amistad iba a ser así de fuerte.
Tan solo pensar que cuando alguien llega de afuera o dura poco o se queda mucho tiempo, no se sabe si se puede entablar una amistad. Ahora cada vez que pueden salen a divertirse o solo charlar horas y horas.

-"Es muy buen amigo, un fenómeno dentro y fuera de la cancha, tiene un talento único y ojalá sigan los éxitos para él"-.


 Los hermanos Echevarría y Matías son como familia.
“Los Melli” lo adoptaron y lo hacen sentir como si estuviera en su casa.
Ignacio y Conrado le tomaron aprecio a Matías desde su llegada al club.
Entre risas y un clima amigable sonrojado y muy divertido Nacho no paraba de mencionar que es una buena persona, un buen amigo, el cual compartieron muchas cosas juntos y se llevaron bien desde el primer día.
En un momento me quedo mirándolos, como entre bromas se notaba quien era más compinche con el otro.
Matías y Nacho son más compatibles, sus miradas, sus señas. La manera en que se tratan, la confianza, aunque los tres son muy amigos, la preferencia tiraba para uno de los mellizos.
Conrado, medio tímido y con una sonrisa con picardía, tirando una broma refiriéndose a esa complicidad con su hermano, tira un "TE QUIERO, aunque lo prefieras más a este salame", sonrió y lo abrazó.
Desde el día uno son inseparables, de ser solo compañeros de club, a un día para el otro quererse y respetarse como familia. Lealtad, entre los tres.

Los abuelos de Mati influyeron mucho en su carrera ya que ellos también jugaron, y más el abuelo que se destacó en el seleccionado salteño, y hasta el día de hoy sigue practicando el deporte.
Nieto de Marta De'Vita y Marcelo Bazán, los cuáles fueron muy importantes e influencias en el deporte para Palacio.

Había veces que su abuelo lo buscaba de la escuela y era imposible verlo quieto a Matías, en todo el trayecto hasta su casa, agarraba cualquier cosa que encontraba o había veces que llevaba la pelota a la escuela, hacía los dos pasos y saltaba a tocar una hoja de algún árbol o lanzaba la pelota al aire.
Vero con mucha emoción hablaba del fanatismo de su hijo y que con mucho orgullo algo que ella destacaba de si misma, era cuando compenetraba en el equipo donde le tocaba jugar era defender su camiseta, eso los identifica a los dos. 
El día que Matías tuvo que dejar la casa y viajar a Buenos Aires, su mamá con gran preocupación y tristeza por no poder acompañarlo tuvo que dejar de lado todo eso para dejarlo ir, dejarlo disfrutar.
Es una madre compañera, compinche, en ella Matías deposita toda su confianza, ya que Siempre estuvo en todo momento, acompañando en casa paso, en casa decisión que tomaba. 

No llegó a terminar la secundaria ya que lo primordial era el básquet para el, siempre le prometía a su vieja que la iba a terminar desde el lugar que le tocaba estar, pero no fue así, el deporte que amaba podía más que nada.
Hoy en día, solo está enfocado en los torneos que está disputando con Estudiantes, concentrado en dejarlo todo en la cancha y aportar buenas cosas al equipo.

Las calles de tierra, las plazas, el patio de la escuela se convirtieron en el parquet donde todo el día, todos los días estaba con sus amigos y “la pelotita”.

Su fanatismo lo llevó a dejar muchas cosas de lado para poder ser quién es hoy en día.
Sus amigos, una que otra chica y lo más importante, SU FAMILIA la cuál está donde el vaya, siempre acompañándolo ya sea desde casa o algunas veces desde aquí.

La mamá de Palacio aparte de ser jugadora de básquet, también dirigía equipos de premini femenino en Salta, y mientras ella hacía su trabajo, Matías andaba haciendo de las suyas con la pelota.



Los días de partidos, ya sea de cualquier categoría, la familia estaba presente.
En ocasiones iban los abuelos, su tía y él; otras solo con Verónica.


Matías o “Rastas” como es más conocido en el ambiente basquetbolero estuvo ligado desde la panza de su madre.
Su vida, su historia, sus amigos; todo pertenece a la “Naranja”.
Todavía le queda uno que otro sueño por cumplir pero el que más anhela y se le iluminó la cara fue querer jugar en Salta Básquet.

Por ahora no quiere irse del equipo dirigido por Gustavo Gaete.
El club, la gente que lo rodea lo hace sentir como si fuera un tucumano más.

-“No cabe duda que cuando te apasiona algo, donde te sentís vos mismo, dónde tu sentido de pertenencia es en mi caso el básquet te hace dejar cosas de lado que te duelen pero que a la vez sabes que vas a estar feliz”-






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